11 de septiembre de 2024
San Pafnucio
Obispo de
Tebaida
Anacoreta
(s. IV)
Martirologio
Romano: Conmemoración de San Pafnucio, obispo en Egipto, que fue
uno de aquellos confesores que, en tiempo del emperador Galerio
Maximino, habiéndoles sacado el ojo derecho, y desjarretado la
pantorrilla izquierda, fueron condenados a las minas, y después,
asistiendo al Concilio de Nicea, luchó denodadamente por la fe
católica contra el arrianismo.
Fecha de canonización:
Información no disponible, la antigüedad de los documentos y de
las técnicas usadas para archivarlos, la acción del clima, y en
muchas ocasiones del mismo ser humano, han impedido que tengamos esta
concreta información, el día de hoy. Sí sabemos que fue
canonizado, antes de la creación de la Congregación para la causa
de los Santos, y que su culto fue aprobado por el Obispo de Roma, el
Papa.
Breve Biografía
Fue uno de los anacoretas
de su época. Vivía de las verduras que daba la tierra, agua, un
poco de sal y poco más. Compartía consigo mismo, la soledad del
desierto. La oración y la penitencia, eran su principal modo de
emplear el tiempo. A su cueva acudían las gentes a recibir consejo,
escuchar lo que aprendía del Espíritu con sus rezos, y a contrastar
la vida con el estilo del Evangelio.
Se vió obligado a dejar
la soledad contra su gusto, porque fue nombrado obispo de Tebaida.
Por defender a Cristo sufrió persecución, le amputaron una pierna y
le vaciaron un ojo, cuya órbita desocupada, según cuenta la
historia, gustaba besar con respeto y veneración, el convertido
emperador Constantino.
Estuvo presente en el Concilio de
Nicea, donde se defendió la divinidad de Cristo, y se condenó el
arrianismo.
En esa ocasión, al tratarse otros temas de
Iglesia, tuvo el obispo Pafnucio, la ocasión de dar muestras de
profunda humanidad. El hombre que venia, del más duro rigor del
desierto, y podía exhibir en su cuerpo, la marca de la persecución,
se mostró con un talante más amplio, abierto, moderado y
transigente, que los padres que no conocían la dureza de la Tebaida,
ni los horrores de la amenaza, ni la vejación.
Numerosos
padres conciliares, pretendieron imponer que los obispos, presbíteros
y diáconos casados, dejaran a sus esposas para ejercer el
ministerio. El obispo, curtido en la dura ascesis anacoreta, se opuso
a tal determinación, haciendo que se fuera respetuoso con la
disciplina de la época: autorizar el ejercicio del Orden Sacerdotal
a los ya casados, y no permitir casarse después de la
Ordenación.
Fuente: Archidiócesis de Madrid
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