24 de Junio 2024
San Simplicio de Autun
Obispo
(347)
En
Autun, en la Galia Lugdunense, San Simplicio, quien de noble y devota
estirpe, vivió en perfecta castidad, con su virtuosísima esposa, y
después fue elegido obispo.
Aparte de que era obispo de
Autun, muy estimado por su integridad y caridad, ninguna otra cosa
sabemos en definitiva, sobre san Simplicio.
Parece que
sucedió al obispo Egemonio, alrededor del año 390. Por otra parte,
es posible que se trate del obispo Simplicio, mencionado por San
Atanasio, como uno de los signatarios de los decretos, del Concilio
de Sárdica, en 347.
De acuerdo con su leyenda, tal como la
relata Gregorio de Tours, descendía de una distinguida familia
galo-romana; a temprana edad, se casó con una doncella tan joven y
rica como él mismo y, desde un principio, ambos esposos hicieron el
pacto de vivir en continencia, dedicados a la práctica de las buenas
obras.
Cuando Simplicio ocupó la sede episcopal en Autun,
una ciudad pagana en su mayoría, comenzaron a circular las
murmuraciones, que crecieron hasta convertirse en un escándalo,
porque el nuevo prelado y su mujer, convivían bajo el mismo techo.
A fin de vindicarse, Simplicio y su esposa se mostraron
dispuestos a someterse a la prueba del fuego. Ambos, con sus propias
manos, tomaron carbones encendidos, y los sostuvieron en un pliegue
de sus túnicas; durante una hora permanecieron así, de pie, ante
los pobladores que los observaban, sin que el fuego les causara daño
alguno, ni a ellos, ni a sus ropas.
Tan convincente fue aquel
milagro, que más de un millar de paganos, pidieron el bautismo. San
Simplicio obró otra maravilla igualmente fructífera en
conversiones, el día de la fiesta en honor de la diosa Berecintia,
cuando se practicaban tumultuosas orgías. El santo obispo, se
encontró con la estatua de la diosa que era llevada en una carreta,
para que bendijera los campos; Simplicio levantó la mano para
detener la procesión y, tan pronto como hizo el signo de la cruz, la
imagen cayó al suelo, y fueron vanos los esfuerzos de muchos
hombres, para moverla del sitio donde había caído. Además, los
bueyes que tiraban de la carreta, se quedaron parados, y no hubo
poder humano que les hiciera dar un paso más.
La
fantástica historia que acabamos de relatar se encuentra en De
Gloria Conf., nn. 73-76, de Gregorio de Tours. También hay una breve
biografía medieval sobre san Simplicio (impresa en el Catalogue del
MSS. Hagiográfico de Bruselas, vol. I, pp. 127-129) y se dice que de
ahí tomó Gregorio sus informaciones, pero Bruno Krusch (en Neues
Archiv, vol. xxxm, pp. 18-19) desmiente esa suposición. El
Hieronymianum conmemora a un Simplicio, obispo de Autun, no solamente
en el día de hoy, sino también el 19 de noviembre y, hay ciertos
datos cronológicos para suponer que tal vez hubo en Autun dos
obispos con el mismo nombre. Véase también a Duchesne, Fastes
Episcopaux, vol. II, pp. 174-178.
Fuente: «Vidas de los santos de A. Butler», Herbert Thurston, SI
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