Segunda
Feria 25 de Septiembre
San Cleofás discípulo
Encuentro
con Jesús Resucitado en el Camino a Emaús
Jesús
apenas resucitado siente misericordia por dos discípulos, que
caminan en la soledad espiritual de su amargura, pensando que el
Divino Maestro está muerto, y con Él las Puertas del Reino de los
Cielos permanecen cerradas.
La
distancia de Jerusalén a Emaús es de algo más de diez kilómetros.
Hacia Emaús, caminan ese mismo día dos discípulos del Maestro. Uno
de ellos responde al nombre de Cleofás. Van comentando entre ellos
los acontecimientos del fracaso de Jesús en los días pasados.
Los
hombres caminan llorando, y consolándose mutuamente. Las pisadas son
pesadas, porque llevan la amargura en el pecho. Son tantos años
junto al Divino Maestro, con tantas ilusiones truncas, tantas
promesas secas, tantas alegrías cegadas. Esperaban un Reino
Terrestre, la liberación de Israel de sus opresores.
Se
les unió un caminante como compañero de camino. Ellos
tenían "ofuscada la mirada". Al preguntarles
qué les pasa, Cleofás con tono enojado, casi le regañó por no
estar al día de lo que ha pasado en la Ciudad Santa. Cuando resumen
los hechos tan trágicos e impresionantes, el viajero les recordó
que ya estaba previsto por los profetas, y les redescubrió las
escrituras.
Al
acercarse a la aldea, el caminante muestra intención de proseguir.
Cleofás y su amigo le insistieron: "Quédate
con nosotros, que el día ya declina". El
caminante accedió, entró con ellos en la casa, se sentó a la mesa,
tomó el pan, lo bendijo, lo partió en trozos, y se los dio. En este
instante le reconocieron, pero Él ya había desaparecido ante sus
ojos.
Fueron
de inmediato a ver a los Apóstoles que estaban reunidos, quienes les
contaron a su vez otras maravillosas noticias de la amada María
Magdalena, que lo vió en el huerto, y le anunció que los vería a
todos en Nazareth. La alegría de todos fué muy profunda, y
entonces la Paz y la Esperanza comenzó a descender sobre ellos.
Oración: Señor
y Dios nuestro, que por la intercesión de San Cleofás, ayúdanos a
clarificar nuestra visión espiritual, y decirte que te quedes en
nuestra Vida para siempre, junto a la Santísima Virgen María, los
Apóstoles y Santos y Santas que nos precedieron. A Tí Señor que
Vives y Reinas por los Siglos de los Siglos. Amén.
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