2 de Abril 2023
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DOMINGO
DE RAMOS
“Puede
llegar al lugar santo, quien tiene «las manos limpias y puro el
corazón».
“Manos
limpias son aquellas, que no cometen actos de violencia. Son manos
que no se han ensuciado con la corrupción, ni con los sobornos”.
(Papa Benedicto
XVI)
https://365seleccionessacros.blogspot.com/2019/04/domingo14-de-abril-domingode-ramos.html
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San
Francisco de Paula
Ermitaño,
Resucitador y Taumaturgo
(+ 1507)
“Convertíos
con sinceridad”
“Debemos pues, tener paciencia en las
adversidades”
Convirtió
ante el rey de Nápoles, Fernando I, las monedas de oro en sangre, ya
que era dinero robado a los pobres, por los injustos impuestos que
aplicaba.
https://365seleccionessacros.blogspot.com/2020/04/2de-abril-sanfrancisco-de-paula.html
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Hoy
leemos en las escrituras
Primera
lectura
Lectura
del libro de Isaías (50,4-7):
Mi
Señor me ha dado una lengua de iniciado, para saber decir al
abatido, una palabra de aliento. Cada mañana, me espabila el oído,
para que escuche como los iniciados. El Señor me abrió el oído. Y
yo no resistí ni me eché atrás: ofrecí la espalda a los que me
apaleaban, las mejillas a los que mesaban mi barba; no me tapé el
rostro ante ultrajes ni salivazos. El Señor me ayuda, por eso no
sentía los ultrajes; por eso endurecí el rostro como pedernal,
sabiendo que no quedaría defraudado.
Palabra
de Dios. ¡Te alabamos
Señor!
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Salmo
Sal
21,8-9.17-18a.19-20.23-24
R/.
Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?
Al
verme, se burlan de Mí,
hacen visajes, menean la cabeza:
«Acudió
al Señor, que lo ponga a salvo;
que lo libre, si tanto lo
quiere.» R/.
Me
acorrala una jauría de mastines,
me cerca una banda de
malhechores;
me taladran las manos y los pies,
puedo contar mis
huesos. R/.
Se reparten mi ropa,
echan a suertes mi
túnica.
Pero Tú, Señor, no te quedes lejos;
fuerza mía, ven
corriendo a ayudarme. R/.
Contaré tu fama a mis hermanos,
en
medio de la asamblea te alabaré.
Fieles del Señor,
alabadlo;
linaje de Jacob, glorificadlo;
temedlo, linaje de
Israel.
R/.
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Segunda
lectura
Lectura
de la carta del Apóstol San Pablo a los Filipenses
(2,6-11):
Cristo,
a pesar de su condición divina, no hizo alarde de su categoría de
Dios; al contrario, se despojó de su rango, y tomó la condición de
esclavo, pasando por uno de tantos. Y así, actuando como un hombre
cualquiera, se rebajó hasta someterse incluso a la muerte, y una
muerte de cruz. Por eso Dios, lo levantó sobre todo, y le concedió
el «Nombre-sobre-todo-nombre»; de modo que al nombre de Jesús,
toda rodilla se doble en el cielo, en la tierra, en el abismo, y toda
lengua proclame: Jesucristo es Señor, para gloria de Dios
Padre.
Palabra
de Dios. ¡Te alabamos
Señor!
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Evangelio
de hoy
Pasión
de nuestro Señor Jesucristo según San Mateo (26,14–27,66):
C.
En aquel tiempo, uno de los Doce, llamado Judas Iscariote, fue a los
sumos sacerdotes, y les propuso:
S.
«¿Qué estáis dispuestos a darme, si os lo entrego?»
C.
Ellos se ajustaron con él en treinta monedas. Y desde entonces,
andaba buscando ocasión propicia para entregarlo.
C. El
primer día de los Ázimos, se acercaron los discípulos a Jesús, y
le preguntaron:
S. -«¿Dónde
quieres que te preparemos la cena de Pascua?»
C.
Él contestó:
+ «Id
a la ciudad, a casa de Fulano, y decidle: "El Maestro dice: Mi
momento está cerca; deseo celebrar la Pascua en tu casa, con mis
discípulos."»
C.
Los discípulos cumplieron las instrucciones de Jesús, y prepararon
la Pascua.
C. Al atardecer, se puso a la mesa con los Doce.
Mientras comían dijo:
+ «Os
aseguro que uno de vosotros me va a entregar.»
C.
Ellos, consternados, se pusieron a preguntarle uno tras otro:
S.
«¿Soy
yo acaso, Señor?»
C.
Él respondió:
+
«El que ha mojado, en la misma fuente que yo, ése me va a entregar.
El Hijo del hombre se va, como está escrito de Él; pero, ¡ay del
que va a entregar al Hijo del hombre!; más le valdría no haber
nacido.»
C.
Entonces preguntó Judas, el que lo iba a entregar:
S. «¿Soy
yo acaso, Maestro?»
C.
Él respondió:
+
«Tú
lo has dicho.»
C.
Durante la cena, Jesús cogió pan, pronunció la bendición, lo
partió, y lo dio a sus discípulos, diciendo:
+
«Tomad, comed: esto es mi cuerpo.»
C..
Y cogiendo una copa, pronunció la acción de gracias, y se la dio
diciendo:
+ «Bebed
todos; porque ésta es mi sangre, sangre de la alianza, derramada por
todos para el perdón de los pecados. Y os digo, que no beberé más
del fruto de la vid, hasta el día que beba con vosotros, el vino
nuevo en el reino de mi Padre.»
C.
Cantaron el salmo, y salieron para el monte de los Olivos.
C.
Entonces Jesús les dijo:
+ «Esta
noche vais a caer todos por mi causa, porque está escrito: "Heriré
al pastor, y se dispersarán las ovejas del rebaño." Pero
cuando resucite, iré antes que vosotros a Galilea.»
C.
Pedro replicó:
S. «Aunque
todos caigan por tu causa, yo jamás caeré.»
C.
Jesús le dijo:
+ «Te
aseguro que esta noche, antes que el gallo cante, me negarás tres
veces.»
C
. Pedro le replicó:
S. «Aunque
tenga que morir contigo, no te negaré. »
C.
Y lo mismo decían los demás discípulos.
C. Entonces, Jesús
fue con ellos a un huerto, llamado Getsemaní, y les dijo:
+
«Sentaos
aquí, mientras voy allá a orar.»
C.
Y llevándose a Pedro, y a los dos hijos de Zebedeo, empezó a
entristecerse y a angustiarse. Entonces dijo:
+ «Me
muero de tristeza: quedaos aquí, y velad conmigo.»
C.
Y, adelantándose un poco, cayó rostro en tierra y oraba diciendo:
+
«Padre
mío, si es posible, que pase y se aleje de Mí ese cáliz. Pero no
se haga lo que Yo quiero, sino lo que Tú quieres.»
C.
Y se acercó a los discípulos, y los encontró dormidos. Dijo a
Pedro:
+ «¿No
habéis podido velar una hora conmigo?. Velad y orad para no caer en
la tentación, pues el espíritu es decidido, pero la carne es
débil.»
C.
De nuevo se apartó por segunda vez, y oraba diciendo:
+ «Padre
mío, si este cáliz no puede pasar, sin que Yo lo beba, hágase tu
voluntad.»
C.
Y viniendo otra vez, los encontró dormidos, porque tenían los ojos
cargados. Dejándolos de nuevo, por tercera vez oraba, repitiendo las
mismas palabras. Luego se acercó a sus discípulos y les dijo:
+
«Ya
podéis dormir y descansar. Mirad, está cerca la hora, y el Hijo del
hombre va a ser entregado, en manos de los pecadores. ¡Levantaos,
vamos!. Ya está cerca el que me entrega.»
C.
Todavía estaba hablando, cuando apareció Judas, uno de los Doce,
acompañado de un tropel de gente, con espadas y palos, mandado por
los sumos sacerdotes, y los ancianos del pueblo. El traidor les había
dado esta contraseña:
S. «Al
que yo bese, ése es; detenedlo.»
C.
Después se acercó a Jesús y le dijo:
S. «¡Salve,
Maestro!»
C.
Y lo besó. Pero Jesús le contestó:
+
«Amigo, ¿a qué vienes?»
C.
Entonces se acercaron a Jesús, y le echaron mano para detenerlo. Uno
de los que estaban con Él, agarró la espada, la desenvainó, y de
un tajo le cortó la oreja, al criado del sumo sacerdote. Jesús le
dijo:
+ «Envaina
la espada; quien usa espada, a espada morirá. ¿Piensas tú que no
puedo acudir a mi Padre?. Él me mandaría en seguida, más de doce
legiones de ángeles. Pero entonces no se cumpliría la Escritura,
que dice que esto tiene que pasar.»
C.
Entonces dijo Jesús a la gente:
+ «¿Habéis
salido a prenderme con espadas y palos, como a un bandido?. A diario
me sentaba en el templo a enseñar, y sin embargo, no me
detuvisteis.»
C.
Todo esto ocurrió, para que se cumpliera lo que escribieron los
profetas. En aquel momento, todos los discípulos lo abandonaron, y
huyeron. Los que detuvieron a Jesús, lo llevaron a casa de Caifás,
el sumo sacerdote, donde se habían reunido los escribas y los
ancianos. Pedro lo seguía de lejos, hasta el palacio del sumo
sacerdote, y entrando dentro, se sentó con los criados, para ver en
qué paraba aquello. Los sumos sacerdotes, y el sanedrín en pleno,
buscaban un falso testimonio contra Jesús, para condenarlo a muerte,
y no lo encontraban, a pesar de los muchos falsos testigos que
comparecían. Finalmente, comparecieron dos, que dijeron:
S. «Éste
ha dicho: "Puedo destruir el templo de Dios, y reconstruirlo en
tres días."»
C.
El sumo sacerdote se puso en pie, y le dijo:
S.
«¿No tienes nada que responder?. ¿Qué son estos cargos que
levantan contra Ti?»
C.
Pero Jesús callaba. Y el sumo sacerdote le dijo:
S. «Te conjuro
por Dios vivo, a que nos digas si Tú eres el Mesías, el Hijo de
Dios.»
C. Jesús le respondió:
+
«Tú
lo has dicho. Más aún, Yo os digo: Desde ahora, veréis que el Hijo
del hombre, está sentado a la derecha del Todopoderoso, y que viene
sobre las nubes del cielo.»
C.
Entonces el sumo sacerdote, rasgó sus vestiduras diciendo:
S. «Ha
blasfemado. ¿Qué necesidad tenemos ya de testigos?. Acabáis de oír
la blasfemia. ¿Qué decidís?»
C.
Y ellos contestaron:
S. «Es
reo de muerte.»
C.
Entonces le escupieron a la cara, y lo abofetearon; otros lo
golpearon, diciendo:
S. «Haz
de profeta, Mesías; ¿quién te ha pegado?»
C.
Pedro estaba sentado fuera en el patio, y se le acercó una criada, y
le dijo:
S.
«También tú andabas con Jesús, el Galileo.»
C.
Él lo negó delante de todos, diciendo:
S. «No
sé qué quieres decir.»
C.
Y al salir al portal, lo vio otra, y dijo a los que estaban allí:
S.
«Éste
andaba con Jesús el Nazareno.»
C.
Otra vez negó él con juramento:
S.
«No conozco a ese hombre.»
C.
Poco después, se acercaron los que estaban allí, y dijeron a
Pedro:
S. «Seguro;
tú también eres de ellos, te delata tu acento.»
C.
Entonces él se puso a echar maldiciones, y a jurar diciendo:
S.
«No
conozco a ese hombre.»
C.
Y en seguida cantó un gallo. Pedro se acordó de aquellas palabras
de Jesús: «Antes
de que cante el gallo, me negarás tres veces.»
Y saliendo afuera, lloró amargamente.
Al hacerse de día,
todos los sumos sacerdotes, y los ancianos del pueblo, se reunieron
para preparar la condena a muerte, de Jesús. Y atándolo, lo
llevaron y lo entregaron a Pilato, el gobernador.
Entonces Judas,
el traidor, al ver que habían condenado a Jesús, sintió
remordimiento, y devolvió las treinta monedas de plata, a los sumos
sacerdotes y ancianos, diciendo:
S. «He
pecado, he entregado a la muerte a un inocente.»
C.
Pero ellos dijeron:
S. «¿A
nosotros qué? ¡Allá tú!»
C.
Él, arrojando las monedas en el templo, se marchó; y fue y se
ahorcó. Los sumos sacerdotes, recogiendo las monedas, dijeron:
S.
«No
es lícito echarlas en el arca de las ofrendas, porque son precio de
sangre.»
C.
Y después de discutirlo, compraron con ellas el Campo del Alfarero,
para cementerio de forasteros. Por eso, aquel campo se llama todavía
«Campo de Sangre».
Así se cumplió lo escrito por Jeremías, el profeta: «Y
tomaron las treinta monedas de plata, el precio de uno que fue
tasado, según la tasa de los hijos de Israel, y pagaron con ellas el
Campo del Alfarero, como me lo había ordenado el Señor.»
Jesús
fue llevado ante el gobernador, y el gobernador le preguntó:
S.
«¿Eres
Tú el rey de los judíos?»
C.
Jesús respondió:
+ «Tú
lo dices.»
C.
Y mientras lo acusaban los sumos sacerdotes y los ancianos, no
contestaba nada. Entonces Pilato le preguntó:
S. «¿No
oyes cuántos cargos presentan contra Ti?»
C.
Como no contestaba a ninguna pregunta, el gobernador estaba muy
extrañado.
Por la fiesta, el gobernador solía soltar un
preso, el que la gente quisiera. Había entonces un preso famoso,
llamado Barrabás. Cuando la gente acudió, les dijo Pilato:
S.
«¿A
quién queréis que os suelte, a Barrabás o a Jesús, a quien llaman
el Mesías?»
C.
Pues sabía, que se lo habían entregado por envidia. Y mientras
estaba sentado en el tribunal, su mujer le mandó a decir:
S. «No
te metas con ese justo, porque esta noche he sufrido mucho, soñando
con Él.»
C.
Pero los sumos sacerdotes y los ancianos, convencieron a la gente,
que pidieran el indulto de Barrabás, y la muerte de Jesús. El
gobernador preguntó:
S. «¿A
cuál de los dos queréis que os suelte?»
C.
Ellos dijeron:
S. «A
Barrabás.»
C.
Pilato les preguntó:
S. «¿Y
qué hago con Jesús, llamado el Mesías?»
C.
Contestaron todos:
S. «Que
lo crucifiquen.»
C.
Pilato insistió:
S. «Pues,
¿qué mal ha hecho?»
C.
Pero ellos gritaban más fuerte:
S. «¡Que
lo crucifiquen!»
C.
Al ver Pilato que todo era inútil, y que al contrario, se estaba
formando un tumulto, tomó agua, y se lavó las manos en presencia de
la multitud, diciendo:
S.
«Soy inocente de esta sangre. ¡Allá vosotros!»
C.
Y el pueblo entero contestó:
S. «¡Su
sangre caiga sobre nosotros, y sobre nuestros hijos!»
C.
Entonces les soltó a Barrabás; y a Jesús, después de azotarlo, lo
entregó para que lo crucificaran. Los soldados del gobernador, se
llevaron a Jesús al pretorio, y reunieron alrededor de Él a toda la
compañía; lo desnudaron, y le pusieron un manto de color púrpura,
y trenzando una corona de espinas, se la ciñeron a la cabeza, y le
pusieron una caña en la mano derecha. Y doblando ante Él la
rodilla, se burlaban de El, diciendo:
S. «¡Salve,
rey de los judíos!»
C.
Luego le escupían, le quitaban la caña, y le golpeaban con ella la
cabeza. Y terminada la burla, le quitaron el manto, le pusieron su
ropa, y lo llevaron a crucificar.
Al salir, encontraron a un
hombre de Cirene, llamado Simón, y lo forzaron a que llevara la
cruz. Cuando llegaron al lugar llamado Gólgota (que quiere decir:
«La Calavera»), le dieron a beber, vino mezclado con hiel; Él lo
probó, pero no quiso beberlo. Después de crucificarlo, se
repartieron su ropa, echándola a suertes, y luego se sentaron a
custodiarlo.
Encima de su cabeza colocaron un letrero con la
acusación: «Éste
es Jesús, el rey de los judíos.» Crucificaron
con Él a dos bandidos, uno a la derecha y otro a la izquierda. Los
que pasaban lo injuriaban y decían, meneando la cabeza:
S. «Tú
que destruías el templo y lo reconstruías en tres días, sálvate a
ti mismo; si eres Hijo de Dios, baja de la cruz.»
C.
Los sumos sacerdotes con los escribas, y los ancianos se burlaban,
también, diciendo:
S. «A
otros ha salvado, y Él no se puede salvar. ¿No es el rey de
Israel?. Que baje ahora de la cruz, y le creeremos. ¿No ha confiado
en Dios?. Si tanto lo quiere Dios, que lo libre ahora. ¿No decía
que era Hijo de Dios?»
C.
Hasta los bandidos que estaban crucificados con Él lo insultaban.
Desde el mediodía hasta la media tarde, vinieron tinieblas
sobre toda aquella región. A media tarde, Jesús gritó:
+
«Elí, Elí, lamá sabaktaní.»
C.
(Es decir:
+ «Dios
mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?»)
C.
Al oírlo, algunos de los que estaban por allí dijeron:
S. «A
Elías llama éste.»
C.
Uno de ellos fue corriendo; en seguida, cogió una esponja empapada
en vinagre, y sujetándola en una caña, le dio a beber. Los demás
decían:
S. «Déjalo,
a ver si viene Elías a salvarlo.»
C.
Jesús dio otro grito fuerte y exhaló el espíritu.
(Todos se
arrodillan, y se hace una pausa).
C. Entonces, el velo del
templo se rasgó en dos, de arriba abajo; la tierra tembló, las
rocas se rajaron. Las tumbas se abrieron, y muchos cuerpos de santos,
que habían muerto, resucitaron. Después que Él resucitó, salieron
de las tumbas, entraron en la Ciudad santa, y se aparecieron a
muchos.
El centurión y sus hombres, que custodiaban a Jesús,
el ver el terremoto, y lo que pasaba, dijeron aterrorizados:
S.
«Realmente
Éste era Hijo de Dios.»
C.
Había allí muchas mujeres, que miraban desde lejos, aquellas que
habían seguido a Jesús desde Galilea, para atenderlo; entre ellas,
María Magdalena y María, la madre de Santiago y José, y la madre
de los Zebedeos.
Al anochecer, llegó un hombre rico de
Arimatea, llamado José, que era también discípulo de Jesús. Éste
acudió a Pilato, a pedirle el cuerpo de Jesús. Y Pilato mandó que
se lo entregaran.
José, tomando el cuerpo de Jesús, lo
envolvió en una sábana limpia, lo puso en el sepulcro nuevo, que se
había excavado en una roca, rodó una piedra grande a la entrada del
sepulcro, y se marchó. María Magdalena y la otra María se quedaron
allí, sentadas enfrente del sepulcro.
A la mañana
siguiente, pasado el día de la Preparación, acudieron en grupo los
sumos sacerdotes y los fariseos a Pilato y le dijeron:
S. «Señor,
nos hemos acordado que aquel impostor, estando en vida, anunció: "A
los tres días resucitaré." Por eso, da orden de que vigilen el
sepulcro, hasta el tercer día, no sea que vayan sus discípulos,
roben el cuerpo, y digan al pueblo: "Ha resucitado de entre los
muertos." La última impostura sería peor que la primera.»
C.
Pilato contestó:
S. «Ahí
tenéis la guardia. Id vosotros y asegurad la vigilancia, como
sabéis.»
C.
Ellos fueron, sellaron la piedra, y con la guardia aseguraron la
vigilancia del sepulcro.
Palabra
de Dios. ¡Te alabamos
Señor!
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