Tercera
Feria, 30 de octubre
San
Gerardo Majella (Mayela)
(1726-1755)
Orden
de los Redentoristas
Taumaturgo.
Sanador. Multiplicación de los panes. Don de la invisibilidad.
Elevación por los aires. Bilocación.
Patrono
de las señoras embarazadas y de las parturientas
Gerardo
quiere decir: "Valiente para la defensa" (Del alemán: Ger:
defensa, ard: valiente)
Uno
de los santos más populares de la Italia meridional
Breve
Famoso
Taumaturgo del Sur de Italia. Tenía el don de leer los pensamientos,
de estar en dos lugares al mismo tiempo, de multiplicar los
alimentos, de lograr profundas conversiones espirituales, aún de los
más cínicos y simuladores. Tenía también el don de invisibilidad,
para poder orar mejor, sin ser molestado. Podía elevarse en el aire
con toda naturalidad, y comunicarse con los animales. Continúa
curando desde el cielo a los enfermos del alma y del cuerpo.
Murió:
16 Octubre, 1755
Canonizado por el Papa Pio X, 11 Diciembre, 1904.
Canonizado por el Papa Pio X, 11 Diciembre, 1904.
Vida
de San Gerardo
Pío IX calificó a San Gerardo de, "perfecto modelo de los hermanos legos", y León XIII dijo, que había sido, "uno de los jóvenes más angelicales, que Dios haya dado a los hombres por modelo". En sus veintinueve años de vida, el santo llegó a ser el más famoso taumaturgo del siglo XVIII. Nació en Muro, a setenta kilómetros de Nápoles.
Pío IX calificó a San Gerardo de, "perfecto modelo de los hermanos legos", y León XIII dijo, que había sido, "uno de los jóvenes más angelicales, que Dios haya dado a los hombres por modelo". En sus veintinueve años de vida, el santo llegó a ser el más famoso taumaturgo del siglo XVIII. Nació en Muro, a setenta kilómetros de Nápoles.
Su
madre, después de la muerte de Gerardo, dio este testimonio: "Mi
hijo sólo era feliz, cuando se hallaba arrodillado en la iglesia,
ante el Santísimo Sacramento. Con frecuencia entraba a orar, y hasta
se olvidaba de la hora de comer.
En
casa oraba todo el tiempo. Verdaderamente, había nacido para el
cielo".
Cuando
Gerardo tenía diez años, su confesor le dió permiso de comulgar
cada tercer día; era una época en la que la influencia del
jansenismo, todavía se dejaba sentir (se comulgaba sólo dos veces
al año); ello demuestra que el confesor de Gerardo, le consideraba
como un niño excepcionalmente dotado para la piedad.
A
la muerte de su padre, Gerardo debió abandonar la escuela, y entró
a trabajar como aprendiz de sastre, en el taller de Martín Pannuto,
hombre muy bueno, que le comprendía y apreciaba. En cambio, uno de
los empleados, era un hombre muy brusco, que solía maltratar a
Gerardo, y se enfurecía aún más, viando la paciencia con que
soportaba sus majaderías.
Una
vez aprendido su oficio a la perfección, Gerardo pidió ser admitido
en el convento de los capuchinos de Muro, donde su tío era fraile;
pero fue rechazado a causa de su juventud, y de su condición
delicada. Entonces entró a trabajar como criado, en la casa del
obispo de Lacedogna. Humanamente hablando, fue una mala elección, ya
que el prelado, era un hombre de carácter irascible, que trató al
joven con gran rudeza.
A
pesar de ello, Gerardo le sirvió fielmente y sin una queja, hasta
que murió el obispo en 1745. Entonces, Gerardo volvió a Muro, y
abrió una sastrería por su cuenta. Vivía con su madre y sus tres
hermanas. Solía dar a su madre, una tercera
parte de lo que ganaba; el otro tercio lo repartía entre los pobres,
y el resto lo empleaba, en pagar misas por las almas del purgatorio.
Pasaba muchas horas de la noche, orando en la catedral, y se
disciplinaba severamente.
Cuando
tenía veintitrés años, los padres de la congregación del
Santísimo Redentor, recientemente fundada, predicaron una misión en
Muro. El joven les rogó que le admitiesen como hermano lego, pero su
aspecto enfermizo no le ayudaba, y su madre y sus hermanas, no tenían
ningún deseos de verle partir.
Sin
embargo, Gerardo insistió, y finalmente, el Padre Cafaro le envió a
la casa de Deliceto, donde él era superior, con un mensaje que
decía: "Os envío a este hermanito inútil".
Pero,
cuando el Padre Cafaro volvió a su casa, cayó inmediatamente en la
cuenta de su error, y le concedió el hábito. Los hermanos
sacramentales de Gerardo, al verle trabajar
con gran ardor, puntualidad y humildad en la sacristía, y
en el huerto, solían decir: "O es un loco o es un santo".
El
fundador de la congregación, San Alfonso de Ligorio, comprendió que
era un santo, y le acortó el período de noviciado. El hermano
Gerardo, hizo la profesión en 1752. A los
votos acostumbrados, añadió el de hacer siempre lo que fuese, a su
juicio, más agradable a Dios.
El
Padre Tannoia, autor de las biografías de San Alfonso y de San
Gerardo, que había sido curado, por la intercesión de este último,
y cuenta que un día, cuando el santo era novicio, le vio orando ante
el tabernáculo; súbitamente Gerardo gritó: "Señor, déjame
que me vaya, te ruego, pues tengo mucho que hacer". Sin
duda, Jesucristo gozaba tanto de la presencia y conversación de su
hijo, como San Gerardo del Él.
Durante
los tres años que vivió, después de hacer la profesión, el santo
trabajó como sastre y enfermero de la comunidad; solía también
pedir limosna de puerta en puerta, y los padres gustaban de llevarle
consigo, a sus misiones y retiros, porque poseía
el don de leer las almas. Se cuentan más de veinte
ejemplos de casos, en los que el santo convirtió a los pecadores,
poniéndoles de manifiesto su oculta maldad.
Los
fenómenos sobrenaturales abundaban en la vida del hermanito. Se
cuenta que en una ocasión, fue arrebatado en el aire, y recorrió
así más de medio kilómetro; se menciona también el fenómeno de
"bilocación", y se dice que poseía los dones de profecía,
de ciencia infusa, y de dominio sobre los animales.
La
única voz que conseguía arrancarle de sus éxtasis, era la de la
obediencia.
Hallándose
en Nápoles, presenció el asesinato del arcipreste de Muro, en el
preciso momento en que tenía lugar a setenta kilómetros de
distancia.
Por
otra parte, en más de una ocasión, leyó el pensamiento de personas
ausentes. Tan profundamente supo leer, el pensamiento del secretario
del arzobispo de Conza, que éste cambió de vida, y se reconcilió
con su esposa, de suerte que toda Roma habló del milagro.
Pero
los hechos más extraordinarios en la vida de San Gerardo, están
relacionados con la bilocación.
Se cuenta que asistió a un enfermo, en una cabaña de Caposele, y
que al mismo tiempo, estuvo charlando con un amigo, en el monasterio
de la misma población.
Una
vez, su superior, fue a buscarle en su celda, y no le encontró ahí.
Más tarde, se dirigió a la capilla, donde le halló en oración:
"¿Dónde estabais hace un instante?", le preguntó. "En
mi celda", replicó el hermanito. "Imposible, pues yo mismo
fui dos veces a buscaros". Entonces,
Gerardo se vio obligado a confesarle, que como estaba en retiro,
había pedido a Dios que le hiciese invisible, para que le dejasen
orar en paz. El superior le dijo: "Bien, por esta
vez os perdono, pero no volváis a pedir eso a Dios".
Sin
embargo, Gerardo no fue canonizado por sus milagros, ya que éstos
eran simplemente un efecto de su santidad, y Dios podía haber
dispuesto, que el santo no hiciese milagro alguno, sin que ello
modificase en un ápice la bondad, caridad y devoción, que alabaron
en el joven Pío IX y León XIII.
Uno
de los resultados más sorprendente, de su fama de santidad, fue el
de que sus superiores, le permitieron encargarse de la dirección de
varias comunidades de religiosas, lo que no acostumbran hacer los
hermanos legos. San Gerardo, hablaba en particular con cada
religiosa, y solía darles conferencias, a través de la reja del
recibidor.
Además,
aconsejaba por carta a varios sacerdotes, religiosos y superiores. Se
conservan todavía algunas de ellas. No hay en las mismas nada de
extraordinario: en una expone simplemente el deber de todo cristiano,
de servir a Dios según su propia vocación; en otras, incita a la
bondad a una superiora; exhorta a la vigilancia a una novicia;
tranquiliza a un párroco, y predica a todos la conformidad con la
voluntad divina.
En
1753, los estudiantes de teología de Deliceto, hicieron una
peregrinación al santuario de San Miguel, en el Monte Gárgano.
Aunque no tenía más que unas cuantas monedas, para cubrir los
gastos del viaje, se sentían seguros, porque el hermano Gerardo iba
con ellos. Y, en efecto, el santo se las
arregló, para que no les faltase nada, en los nueve días que duró
la peregrinación, que fue una verdadera sucesión de milagros.
Exactamente
un año más tarde, San Gerardo sufrió, una de las pruebas más
terribles de su vida. Una joven de vida licenciosa, llamada Neria
Caggiano, a quien el santo había ayudado, le acusó de haberla
solicitado.
San
Alfonso, mandó llamar inmediatamente al hermano a Nocera. Pensando
que su voto de perfección, le obligaba a no defenderse, Gerardo
guardó silencio; con eso, no hizo sino meter en aprietos a su
superior, quien no podía creerle culpable. San Alfonso, le prohibió
durante algunas semanas recibir comunión, y hablar con los extraños.
San Gerardo respondió tranquilamente: "Dios, que está en el
cielo, no dejará de defenderme".
Al
cabo de unas cuantas semanas, Neria y su cómplice, confesaron que
habían calumniado al hermanito. San Alfonso preguntó a su súbdito,
por qué no se había defendido y éste replicó: "Padre,
¿acaso no tenemos una regla, que nos prohíbe disculparnos?".
Poco
después, el santo acompañó al Padre Mangotta a Nápoles, donde el
pueblo asedió, día y noche, la casa de los redentoristas, para ver
al famoso taumaturgo. Finalmente, al cabo de cuatro meses, los
superiores se vieron obligados, a enviar al hermano Gerardo a la casa
de Caposele, donde fue nombrado portero.
Era
ese un oficio, que agradaba especialmente al joven. El Padre Tannoia
escribió: "En esa época, nuestra casa estaba asediada por los
mendigos. El hermano Gerardo veía por ellos, como lo hubiese hecho
una madre. Tenía el arte de contentar a todos, y la necedad y
malicia de algunos de los pedigüeños, jamás le hicieron perder la
paciencia. "Durante el crudo invierno de aquel año,
doscientas personas, entre hombres, mujeres y niños, acudieron
diariamente a la casa de los redentoristas, y el santo portero les
proveyó de comida, ropa y combustible, sin que nadie supiese de
dónde los sacaba”.
Según
el libro de Sálesman, mientras ejercía como portero, un día, el
padre ecónomo lo regañó, porque había repartido entre los
mendigos, todo lo que los religiosos, tenían para comer en la
despensa. Pero al llegar el padre ecónomo a la despensa, la encontró
otra vez llena.
En
la primavera del año siguiente, fue nuevamente a Nápoles. A su paso
por Calitri, de donde el Padre Mangotta era originario, el pueblo le
atribuyó varios milagros. Cuando volvió a Caposele, los superiores
le encargaron, de la supervisión de los edificios que se estaban
construyendo.
Cierto
viernes, cuando no había en la casa, un sólo céntimo para pagar a
los trabajadores, las oraciones del santo hermanito, movieron a un
bienhechor inesperado, a regalar lo suficiente para salir del apuro.
San Gerardo pasó el verano, pidiendo limosna para la construcción.
Pero
el calor del sur de Italia, acabó con su salud, y en los meses de
julio y agosto, el santo se debilitó rápidamente. Tuvo que pasar
una semana en cama, en Ovieto, donde curó a otro hermano lego, que
había ido a asistirle, y había caído enfermo. Llegó a Caposele
casi a rastras. En septiembre, pudo abandonar el lecho unos cuantos
días, pero volvió a caer.
Sus
últimas semanas, fueron una mezcla de sufrimientos físicos y
éxtasis, cuando sus dones de profecía y ciencia infusa, alcanzaron
un grado extraordinario. En el lecho de muerte, le confesó a su
superior: "Me imagino que esta cama es la voluntad de Dios, y
estoy clavando en ella, como lo estoy en la voluntad de Dios. Aun
más, creo que la voluntad de Dios y yo, nos hemos hecho una misma
cosa".
Sobre
la puerta de su cuarto, puso un letrero con letras mayúsculas, que
decía:
AQUI SE ESTA HACIENDO LA VOLUNTAD DE DIOS.
AQUI SE ESTA HACIENDO LA VOLUNTAD DE DIOS.
San
Gerardo murió, en la fecha y hora que había predicho, poco antes de
la media noche del 15 de octubre de 1755. Fue canonizado en 1904.
Difamado,
se convierte en protector
El biógrafo Tannoia, en la Vida escrita hacia 1806, declaraba: "Fray Gerardo, es protector especial de las parturientas, y en Foggia no hay ninguna mujer que vaya a dar a luz, que no tenga la imagen del Santo, y no invoque su patrocinio".
El biógrafo Tannoia, en la Vida escrita hacia 1806, declaraba: "Fray Gerardo, es protector especial de las parturientas, y en Foggia no hay ninguna mujer que vaya a dar a luz, que no tenga la imagen del Santo, y no invoque su patrocinio".
Singular
"revancha del Santo", por los sufrimientos que le causaron
las calumnias de una mujer, una ex-monja, a quien le creyeron
fácilmente, los superiores de San Gerardo.
San
Gerardo, que en el lecho de su muerte, pudo confesar que no sabía lo
que era una tentación impura, tenía de la mujer un concepto muy
elevado: veía, efectivamente, en toda mujer una imagen de María,
"alabanza perenne de la Santísima Trinidad". Eran los
impulsos místicos de un alma sencilla, pero llena de ardor
espiritual.
Exclamaba
con frecuencia: "Mi querido Dios; mi Espíritu Santo",
pues sentía en su intimidad, la bondad, y el amor infinito de Dios.
Intercesor
de los médicos
A
comienzos de 1800, casi cincuenta años después de su muerte, un
médico de Grassano, declaraba: "Desde
hace muchos años, no ejerzo la profesión de médico. La ejerce por
mí Fray Gerardo": este médico, tomaba tan en
serio el patrocinio de Gerardo, proclamado beato sólo en 1893, quien
en vez de recetar medicinas, prefería dejar a sus pacientes, una
medalla del buen religioso.
-Vida
de los Santos de Butler, Vol. IV
Oración:
Señor y Dios nuestro, que por los méritos y la intercesión de San
Gerardo, nuestros cuerpos y almas permanezcan puros, y también
sanos, según sea tu Santa Voluntad, y así poder glorificarte, y que
Tú puedas gozarte de nuestra presencia.
También
te pedimos, para que siempre veamos en la mujer, la compañera
sagrada que nos diste, para sobrellevar con alegría el duro paso por
esta Vida, y serle siempre un compañero fiel. Por la Virgen María,
que Vive y Reina por Siempre. Amén.
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