Sábado
4 de Agosto
San
Juan María Bautista Vianney
El
Cura de Ars
(1786-1859)
Patrón
de los sacerdotes
Ejemplo
de virtud; confesor; promotor de la Eucaristía, y de la devoción
Mariana
Cuerpo
Incorrupto
"El
sacerdocio, es el amor del corazón de Jesús"
"El
demonio no le teme tanto a la disciplina, y a las camisas de pelo; lo
que realmente teme, es a la reducción de comida, bebida y sueño"
“Ah,
si existieran dos personas más como tú, se acabaría mi reinado”
(palabras de Satanás dirigidas al Santo Cura de Ars, al final de la
secuencia de sus ataques)
Breve
En
el siglo diecinueve, Ars, una pequeña villa francesa, fue por muchos
años, el hogar de la vida religiosa de todo el país. Entre el año
de 1818 y el 1859, su nombre estuvo en los labios de miles de
personas, y tan grande era la afluencia de peregrinos, que la
compañía de trenes que servía el distrito, tuvo que abrir una
oficina especial en la ciudad de Lyon, para poder lidiar con el
tráfico entre esta gran ciudad, y el pequeño pueblo de Ars.
¿El
causante de todo esto?: un sencillo, y sin embargo, incomparable
sacerdote, de quien hablaremos brevemente en esta historia: San Juan
Bautista Vianney.
Nació
cerca de Lyon, en el año 1786. Tuvo que superar muchas dificultades,
para llegar por fin a ordenarse sacerdote. Se le confió la parroquia
de Ars, en la diócesis de Belley, y el santo, con una activa
predicación, con la mortificación, la oración y la caridad, la
gobernó, y promovió de un modo admirable, su adelanto espiritual.
Estaba
dotado de unas cualidades extraordinarias como confesor, lo cual
hacía que los fieles, acudiesen a él de todas partes, para escuchar
sus santos consejos. Murió en el año 1859.
Muchas
veces nos preguntamos, del porqué Dios permite tanta maldad en el
mundo. Las palabras de Satanás al santo Cura de Ars, nos da la
respuesta. No somos capaces de reunir la humildad, la
perseverancia y el coraje de este hermano nuestro, en número
suficiente, para contrabalancear el poder demoníaco. Si cada uno de
nosotros, hiciese todo lo necesario para honrar el Sagrado Nombre de
Dios, primero con nosotros mismos, y luego para persuadir a los demás
a hacerlo, nada sería igual.
INFANCIA
San
Juan Bautista Vianney, nació el 8 de Mayo de 1786, y fue bautizado
el mismo día. Era el cuarto de ocho hermanos. Como muchos otros
santos, nuestro santo disfrutó de la preciosa ventaja, de haber
nacido de padres verdaderamente cristianos.
Su
padre era el dueño de una finca, y su madre era nativa del pueblo de
Ecully, el cual como Dardilly, el lugar donde nació el santo,
estaban cerca de la ciudad de Lyon.
Sería
un error contemplar a la familia Vianney como ignorantes . Sin duda
alguna ambos padres, y los niños, pasaban días arduos en los campos
y viñedos, pero la conciencia de que por varios siglos, esta tierra
había pertenecido a los Vianneys , inspiraba a la familia con un
legítimo orgullo, y disfrutaban de la estima de todos aquellos que
les conocían.
La
amabilidad hacia los pobres y necesitados, era una virtud familiar;
ningún mendigo fue nunca arrojado de sus puertas. Así
fue como un día, fueron privilegiados de dar hospitalidad, a San
Benito Labre, cuando el patrono de los mendigos, pasó por el pueblo
de Dardilly, en uno de sus peregrinajes a Roma.
Desde
muy niño, sus padres lo llevaba a los campos, donde aprendió a ser
pastor, y cuando era mayorcito se iba a cuidar los rebaños. El campo
era su lugar preferido, las flores, los árboles, toda la naturaleza
le hablaba de Dios, en quien encontraba el descanso de su corazón.
Con
frecuencia, se iba bajo la sombra de un árbol grande, y allí hacía
como un pequeño altar, donde ponía la imagen de la Virgen
Santísima, que siempre llevaba, y llevaría toda su vida, junto a
él; y a los pies de la Madre, descargaba su corazón, con la
confianza de un niño pequeño.
En
otras ocasiones, llamaría a sus otros compañeros pastores, y les
compartiría las cosas del Señor que aprendía de su mamá, siendo
éstas sus primeras clases de catecismo, que luego diariamente
compartiría con los habitantes de Ars, siendo éste uno de sus mas
grandes ministerios como sacerdote. Tenía
la costumbre de hacer la señal de la cruz, cada vez que sonaba el
reloj.
Francia
en esta época de 1790, estaba pasando por una gran crisis. La
Revolución Francesa- que con el pretexto de implantar la "Libertad,
igualdad y fraternidad", desató una masiva persecución, que
llevó a la guillotina a muchos hombres y mujeres, incluyendo a
muchos sacerdotes y religiosas.
Los
sacerdotes tenían que disfrazarse, cambiando constantemente de
domicilio, para poder guiar al pueblo de Dios, que permanecía fiel.
Entre estos sacerdotes, se encuentran dos,
que serán muy importantes en la vocación de San Juan: el Padre
Balley, y el Padre Groboz, quienes trabajaban ambos en Ecculy. Uno
hacía de panadero, y el otro de cocinero.
Es
en este tiempo, en el que Juan Bautista hace su Primera Comunión en
Ecculy, en la casa de su mamá. Buscando no llamar la atención de
las autoridades, trajeron carros de heno, y los pusieron frente a las
ventanas, y comenzaron a descargarlos durante la ceremonia, para
evitar un conflicto.
Juan
Bautista tenía 13 años, y aún siendo tan mayorcito, sus lágrimas
corrieron por sus mejillas al recibir al Señor, y durante toda su
vida, hablará siempre de este día, y atesoraría el rosario que su
madre le regaló en esta ocasión.
ESTUDIANTE
Al
subir al poder Napoleón Bonaparte, gradualmente, la Iglesia obtuvo
cierta libertad.
Por
corto tiempo, Juan Bautista asistió a una escuela de su pueblo, pero
ahora que estaba creciendo, cada vez más los campos exigían de su
trabajo. Fue en estas largas horas de faena, en las que su convicción
de ser sacerdote, creció en su mente.
Se
decía: "Si soy sacerdote, podría ganar muchas almas para
Dios", y este pensamiento lo compartía con su madre, en
quien encontraba apoyo, pero su padre le dio gran lucha. Tuvieron que
pasar dos años, para que el padre aceptase, las aspiraciones de su
hijo de ser sacerdote.
El
Arzobispo de Lyon, quien era tío de Napoleón, sabía que su primer
deber era buscar candidatos para el sacerdocio, y así cada
parroquia, fue instruida para que se iniciase una campaña, para
promover las vocaciones al sacerdocio.
El
Padre Balley, párroco de Ecculy, abrió en la rectoría una pequeña
escuela, para formar aquellos jóvenes que sintiesen la vocación.
Era la oportunidad para Juan Bautista; podía ir a la escuela del
Padre Balley, y quedarse en la casa de su tía. Hasta su padre vio
las ventajas de esta oportunidad, y le dio el permiso para irse. Juan
Bautista tenía 20 años.
Muchos
dicen que era torpe, para no decir estúpido. Sin embargo, no puede
haber algo mas alejado de la realidad. Su juicio nunca estuvo errado,
pero su memoria era pobre. El mismo decía : "Que no podía
guardar nada, en su mala cabeza".
Al
ver que le era tan difícil retener especialmente la gramática del
Latín, en un momento de desesperación, casi se regresa a su casa,
pero felizmente el Padre Balley captó el peligro en el que se
hallaba su estudiante, y le pidió hiciese un peregrinaje al
Santuario de San Francisco Regis, en Louvesc. El peregrinaje logró
un cambio en él , lo que hizo que su progreso, fuese por lo menos lo
suficiente, para salvarlo del sentimiento de desaliento, que casi
logra apartarlo de sus estudios.
DESERTOR
INVOLUNTARIO
El
apetito de poder de Napoleón era insaciable. Se había lanzado a la
conquista de Europa, lo que provocó que muchos muriesen en su
ejército. La falta de soldados, lo llevó a reclutar más hombres, y
en 1806 la clase de Juan Bautista fue llamada a enlistarse. Pasaron
dos años, pero en el otoño de 1809, Juan Bautista, a pesar de estar
exento por ser seminarista, fue llamado para el ejército.
Parece
que el nombre de nuestro santo, no estaba escrito en las listas
oficiales de los estudiantes de la Iglesia, que las diócesis
proveían a las autoridades. El joven Vianney fue mandado a los
regimientos de España. Sus padres trataron de encontrar un
substituto, y por la suma de 3,000 francos, un joven se voluntarizó
para ir en su lugar, pero se arrepintió a último minuto.
El
26 de Octubre, Juan Bautista entró en las barracas de Lyon, solo
para enfermarse. De aquí lo enviaron al hospital de Roanne, donde la
enfermera encargada, lo ayudó a volver a tener el aspecto de buena
salud. En Enero 6 de 1810, Juan Bautista dejó el hospital, para
encontrarse con la noticia, de que su compañía se había marchado
hacía mucho tiempo. Solo quedaba el tratar de alcanzarles.
El
invierno era recio, y una fiebre altísima lo atacó, lo que provocó
que muy pronto, no pudiese seguir avanzando. Entrando en un cobertizo
que le dio cobijo, se sentó sobre su bolsa, y comenzó a rezar el
Rosario. Dijo tiempo después, que "Quizás nunca lo recé
con tanta confianza".
De
pronto, un extraño se le presentó frente a él, y le preguntó:
"¿qué estás haciendo aquí?". Juan Bautista le contó lo
que le había pasado, y desde ese momento, el extraño cargó su
pesada bolsa, y le dijo que le siguiese. Llegaron a la casa de un
labrador, y allí estuvo por varios días, hasta que se le pasó la
fiebre. Mientras estaba en cama, por primera vez pasó por su mente,
la realidad de que sin haber sido culpa suya, él era ahora un
desertor.
Conocía
al Mayor Paul Fayot, quién se dedicaba a esconder desertores, y
acudió a él, pero no tenía lugar, y le recomendó quedarse en la
casa de su prima Caludine Fayot, una viuda con cuatro niños. Desde
ese momento, Vianney adoptó el nombre de Jerome Vincent. Bajo ese
nombre, llegó hasta abrir una escuela para los niños de la villa.
En
el 1810, un decreto imperial, concedió amnistía a todos los
desertores de los años 1806 a 1810. Juan Bautista estaba cubierto
por este decreto, así que era libre de regresar a casa, y terminar
sus estudios. La Divina Providencia, y la
asistencia de la Virgen, lo habían salvado.
Su
madre murió poco después de esta feliz reunión. Ahora tenía 24
años, y el tiempo apremiaba. El 28 de Mayo de 1811, recibió la
tonsura. El Padre Balley, viendo esencial que fuese a tomar estudios
regulares, lo mandó al Seminario Menor de Verrieres. Aquí el joven
Vianney, sufrió y tuvo gran faena, pero nunca brilló como un
filósofo.
DIFICULTAD
CON LOS ESTUDIOS
En
Octubre 1813, entró en el Seminario Mayor de Lyon. Su inadecuado
conocimiento del latín, le hizo imposible captar lo que los
profesores decían, o responder a las preguntas que le eran hechas.
Al final de su primer término, le pidieron que se marchara, y su
dolor y desaliento eran inmensos.
Por
algún tiempo, pensó en irse, a una de tantas congregaciones de
hermanos religiosos; sin embargo una vez más el Padre Balley vino en
su rescate, y sus estudios le fueron dados en privado en Ecculy. Pero
no pasó el examen previo a la ordenación. Un
examen privado en la rectoría de Ecculy, probó ser más
satisfactorio, y fue tomado como suficiente, siendo juzgadas
justamente sus cualidades morales, que sobrepasaban cualquier falta
académica.
En
Agosto 13 de 1815, Juan Bautista Vianney fue elevado al sacerdocio, a
esa inefable dignidad, de la que tan frecuentemente hablaba,
diciendo: "El Sacerdote solo será entendido en el cielo";
tenía 29 años de edad.
Su
primera Misa, la dijo en la capilla de Seminario de Grenoble.
En
su regreso a Ecculy, la copa de felicidad rebosó, cuando se enteró
que sería ayudante de su santo amigo y maestro, el Padre Balley.
Pero las autoridades diocesanas,
determinaron que por el momento, el que luego pasaría gran parte de
su vida en un confesionario, no estaba facultado para confesar. Más
tarde, el Padre Balley, habló con las autoridades eclesiásticas, y
él fue su primer penitente.
Su
hermana Margarita decía: "él no predicaba muy bien todavía,
pero la gente acudía en masa cuando le tocaba a él predicar".
En
Diciembre 17 de 1817, murió en sus brazos su querido amigo el Padre
Balley, a quien lloró como si hubiese sido su padre. Él, que era
tan desprendido de las cosas materiales hasta el fin de su vida,
tendría un pequeño espejo de mano, que perteneció a su maestro y
padre, porque él decía que "Había reflejado su rostro".
Poco
tiempo después de la muerte del Padre Balley, Vianney fue asignado
al pueblo de Ars, un pequeño y aislado pueblo, donde se pensó que
sus limitaciones intelectuales, no podrían hacer mucho daño..
PÁRROCO
DE ARS: 1818-1859
El
pueblecito de Ars, se encuentra en una planicie ondulada, que tiene
en su centro una pequeña colina, donde se encuentra la Iglesia,
sirviéndole como de plataforma. En el año 1815 consistía de unas
40 casas. Su iglesia estaba extremadamente dañada, y de igual
condición estaba la rectoría, que se encontraba a un lado del
valle.
En
los círculos clericales, Ars era mirado como estar en la Siberia.
El distrito era torpe, la desolación
espiritual, era aún mayor que la material. En los
primeros días de Febrero de 1818, Vianney recibió la notificación
oficial de su traslado a Ars. El Vicario General le dijo: "No
hay mucho amor en esa parroquia, tu le infundirás un poco".
El
9 de febrero, M. Vianney se dirigió hacia el lugar que sería por
los siguientes 41 años, el lugar de su sorprendente y sin precedente
actividad. Caminó 38 Km. desde Ecculy hasta Ars. Le seguían en un
carretón, una cama de madera, un poco de ropa, y los libros que le
dejó el Padre Balley. Cuando pudo divisar la pequeña villa, hizo un
comentario de su pequeñez, y al mismo tiempo hizo una profecía: "La
parroquia no será capaz de contener a las multitudes, que vendrán
hacia aquí".
Los
habitantes del pueblo, en su mayoría buscaban los placeres del
mundo, y no tenían mucha fe, aunque quedaba un pequeño núcleo de
personas, que permanecían fervorosas, entre las cuales estaba la
señora de la casa más grande de Ars, Mlle. des Garets, quien
dividía su tiempo entre la oración, y las obras de caridad.
Al
llegar, su primera preocupación, era la de establecer contacto con
su rebaño. Visitó cada casa de la parroquia. En estos
primeros días, todavía encontraba tiempo, para caminar por las
praderas, con su breviario (libro de oración) en las manos, y su
sombrero de tres esquinas debajo de su brazo, ya que rara vez se lo
ponía. Para ganar la amistad de los habitantes, les hablaba del
estado de las cosechas, del tiempo, de sus familias etc.
Sobre
todo él oraba, y añadía a la oración las más austeras
penitencias. Hizo sus propios instrumentos de penitencia. Su
cama era el piso, ya que la cama que trajo de Ecculy la regaló.
Pasaba sin comer varios días. Hasta el año 1827, no había nadie
que hiciese las labores domésticas en la rectoría, ya que él las
hacía personalmente. Su plato principal eran papas, y en ocasiones
hervía un huevo. Hubo una ocasión en la que trató de vivir de
hierba, pero luego confesó que tal dieta era imposible.
Él
decía: "El demonio no le teme
tanto a la disciplina, y a las camisas de pelo; lo que realmente
teme, es a la reducción de comida, bebida y sueño".
El
Santo Cura, gozaba de la belleza de las praderas y los árboles, pero
amaba mucho más la belleza de la Casa de Dios, y las solemnidades de
la Iglesia. Empezó por comprar un altar nuevo, con sus propios
ahorros, y él mismo pintó el trabajo de madera, con el que las
paredes estaban adornadas.
Se
hizo el propósito de restaurar, y dar mayor esplendor a lo que él
llamaba: "Los muebles de la Casa de Dios". Para
el Señor, compró lo mejor en encajes , telas, tejidos para hacer
las vestimentas sacerdotales, que aun se pueden admirar en Ars.
TRABAJO
PASTORAL
La
secuela más desastrosa de la revolución, era la ignorancia
religiosa de las personas. El santo cura resolvió hacer todo lo
posible, para remediar el estado deplorable de los corazones.
Sin
embargo, sus sermones e instrucciones le costaban un dolor enorme: su
memoria no le permitía retener, así que pasaba noches enteras en la
pequeña sacristía, en la composición y memorización de sus
sermones del Domingo; en muchas ocasiones trabajaba 7 horas corridas
en sus sermones.
Un
parroquiano le preguntó una vez, porqué cuando predicaba hablaba
tan alto, y cuando oraba tan bajo, y él le dijo: "Ah,
cuando predico le hablo a personas que están aparentemente sordas o
dormidas, pero en oración le hablo a Dios que no es sordo"
.
Los
niños le daban aún más lástima que los adultos, y comenzó a
agruparlos en la rectoría, y luego en la iglesia, tan temprano como
las 6 de la mañana, porque en el campo, el trabajo se inicia al
amanecer. Era bien disciplinado, y les demandaba que se supiesen el
catecismo, palabra por palabra.
En
esos días, la profanación del Domingo era común, y los hombres
pasaban la mañana trabajando en el campo, y las tardes y noches en
los bailes, o en las tabernas. San Juan luchó en contra de estos
males, con gran vehemencia.
"La
taberna, declaró el santo en uno de sus sermones, es la tienda del
demonio, el mercado donde las almas se pierden, donde se rompe la
armonía familiar, donde comienzan las peleas, y se cometen los
asesinatos. En cuanto a los dueños de las tabernas, el demonio no
les molesta tanto, sino que los desprecia y les escupe".
Tan
grande fue la influencia del Cura de Ars, que llegó una época donde
todas las tabernas de Ars, tuvieron que cerrar sus puertas por la
falta de personas. En su lugar, se abrieron
posteriormente, modestos hoteles para acomodar a los extraños, y a
esto el Santo Cura no se opuso.
Con
mucho más ahínco, se propuso eliminar la costumbre de los bailes
como distracción, porque bien sabía que eran fuente de caer en
pecado grave. Para esto, revivió la costumbre de rezar las Vísperas
del Domingo. Era tan estricto en contra de los bailes, que hasta
llegaba a negar la absolución, a las personas que no desistían de
tal costumbre.
Por
esta razón, se ganó muchos enemigos, que decían grandes calumnias
en su contra, sin embargo él las tomaba ligeramente, y no ponía su
corazón en esto.
TRIUNFO
Pasaron
dos años, cuando llegó la noticia de que Vianney sería el Cura de
Salles, en Beaujolais. Todo el pueblo de Ars, estaba consternado con
la noticia. Una señora de Ars, en una carta, habló de estrangular
al Vicario General.
Para
asegurar su futuro, el pueblo pidió que su villa fuese erigida en
parroquia regular, y que su párroco fuese el Cura de Ars. El Padre
Vianney fue puesto como párroco, ya que hasta ese momento solo había
sido capellán, (los capellanes son mas fáciles de trasladar que los
párrocos).
Ese
mismo año, el Santo Cura de Ars, inició los trabajos en la Iglesia.
Se construyó una torre, y varias capillas laterales, entre ellas una
dedicada a la Santísima Virgen, donde por 40 años, todos los
sábados, diría Misa el santo cura. La Iglesia fue además
enriquecida, con muchas estatuas y cuadros.
Quería
tener buenas escuelas en el pueblo, y para comenzar, abrió una
escuela gratis para niñas, a la que llamó "Providencia".
Desde 1827, recibió como internas solo a niñas destituidas. Para
ellas tenía que encontrar comida, y más de
una vez, intervino el Señor milagrosamente, multiplicando el grano o
la harina. Durante 20 años, iba todos los días, a cenar
a esta casa.
Después
de 2 años y medio, el Domingo se respetaba como el día del Señor.
Todo el pueblo iba a Vísperas. El Cura de Ars, amaba las ceremonias
de la Iglesia. Personalmente entrenaba a sus servidores del altar. Su
fiesta favorita era Corpus Christi. En este día, dejaba
un poco el confesionario, e iba por el pueblo, admirando las
decoraciones; él mismo llevaba el Santísimo.
El
último día de esta fiesta, que celebró fue 40 días antes de su
muerte, y sin el saberlo, el mayor del pueblo contrató una banda de
música. Al primer sonido de la música, se estremeció nuestro santo
de alegría, y cuando todo hubo terminado, no encontraba palabras
suficientes para agradecer este regalo para el Señor.
Su
tierno amor por la Virgen Santísima, lo movió a consagrar su
Parroquia a la Reina del Cielo. Sobre la entrada de la
pequeña Iglesia, puso una estatua de la Virgen, que aún se
encuentra en el mismo lugar.
Cuando
el Papa Pío IX, definió el Dogma de la Inmaculada Concepción,
nuestro santo pidió a los habitantes del pueblo, que iluminasen sus
casas de noche, y las campanas de la iglesia resonaron por horas y
horas.
Al
ver esta luminosidad desde los pueblos cercanos, pensaron que el
pueblo estaba en llamas, y acudieron a apagar el supuesto fuego.
Hasta el día de hoy, existe un sombrero de plata, cerca de la
estatua de la Virgen, donde están escritos los nombres de todos los
parroquianos de Ars.
ATACADO
POR LAS FUERZAS DEL INFIERNO
Era
de esperarse que un triunfo tan grande de la religión, así como la
santidad del instrumento que Dios usó con este fin, trajese la furia
del infierno. Por un periodo de 35 años, el santo Cura de Ars fue
asaltado y molestado, de una manera física y tangible, por el
demonio.
La
ocupación ordinaria del demonio, permitida por Dios hacia nosotros,
es la tentación. El demonio, también puede asechar a las almas de
diversas maneras.
a)
Asedio: acción extraordinaria del demonio, cuando
busca aterrorizar por medio de apariciones horribles, o por medio de
ruidos.
b)
La Obsesión: va más allá. Puede ser externa, cuando
el demonio actúa en los sentidos externos del cuerpo, o interna,
cuando influencia la imaginación o la memoria.
c)
Posesión: cuando el demonio toma control de todo el
organismo.
El
Cura de Ars sufrió de la primera, asedio. Los ataques del demonio,
comenzaron en el invierno de 1824. Ruidos
horribles, y gritos estrepitosos, se oían fuera de la puerta del
presbiterio, viniendo aparentemente del pequeño jardín
de enfrente.
Al
principio, el Padre Vianney pensó que eran salteadores que venían a
robar, y a la siguiente noche, le pidió a un señor que se quedase
con él. Después de medianoche, se
empezaron a escuchar grandes ruidos, y golpes contra la puerta de
enfrente, parecía como si varios carros pesados, estaban siendo
llevados por los cuartos. El señor André buscó su
pistola, miró por la ventana, pero no vio nada, solo la luz de la
luna. Decía: "por 15 minutos la casa retembló, y mis
piernas también", y nunca más quiso quedarse en la casa.
Esto
ocurría casi todas las noches. Aún ocurría, cuando el santo cura
no estaba en el pueblo. Una mañana, el
demonio incendió su cama. El santo se disponía a
vestirse para la Santa Misa, cuando se oyó el grito de "fuego,
fuego". Él solo le dio las llaves del
cuarto, a aquellos que iban a apagar el fuego. Sabía que el demonio
quería, que se cancelase la Santa Misa, y él no se lo permitió.
Lo
único que dijo fue "El villano, al no poder atrapar al
pájaro, le prende fuego a su jaula". Hasta
el día de hoy, los peregrinos pueden ver, sobre la cabecera de la
cama, un cuadro con su cristal, con las marcas de las llamas de
fuego.
El
demonio por espacio de horas, haría ruidos como de cristal, o
silbidos, o ruidos de caballo, y hasta
gritaba debajo de la ventana del santo: "¡Vianney,
Vianney, comedor de trufas!
(papas)".
El
propósito de todo esto, era el de no dejar dormir al Santo Cura,
para que se cansara, y no pudiese estar horas en el confesionario,
donde le arrancaba muchas almas de sus garras.
Pero
para el 1845, estos ataques cesaron casi por completo. “Ah,
si existieran dos personas más como tú, se acabaría mi reinado”,
le dijo
Satanás, al santo Cura de Ars, al final de la secuencia de sus
ataques.
La
constancia de nuestro santo ante estas pruebas, fue recompensada por
el Señor, con un poder extraordinario que le concedió, de expulsar
demonios de las personas poseídas.
El
santo sacerdote, se puede decir, que pasó su vida en una continua
batalla con el pecado, a través de su trabajo en el confesionario.
El gran milagro de Ars era el
confesionario. Miles de personas, acudían al pueblo
de Ars para ver al Santo Cura, pero especialmente para confesarse con
él.
PEREGRINACIONES
A ARS
La
afluencia de peregrinos se inició en el año 1827. A partir del
1828, el Santo Cura no podía irse ni siquiera por un día.
Sin
embargo, no fue exento de críticas, y su práctica y amor por los
pobres, se le atribuyó a su supuesta avaricia. Algunos críticos
decían, que podían ver en él rasgos de hipocresía, o un deseo
secreto de sobresalir. Su mansedumbre y humildad, terminaron por
vencer sobre sus críticos.
En
una ocasión, cuando su competencia profesional, fue puesta en duda
por algunos de sus hermanos sacerdotes, el obispo de la diócesis
mandó a su Vicario General para que averiguase, y diese un reporte
sobre el asunto. El reporte recibido por el Obispo, fue más que
favorable. Aquello sirvió para que quedase constancia de su vida. Se
puede decir que el confesionario, era su morada habitual, pasaba de
11 a 12 horas en el confesionario.
El
cúlmen de los peregrinajes, se alcanzó en 1845, llegaban de 300 a
400 visitantes todos los días. En el último año de la vida del
Santo Cura, el número de peregrinos alcanzó el asombroso número de
100 a 120 mil personas.
Ningún
ministerio sacerdotal es tan agotador para la carne y el espíritu,
como el estar sentado en el confesionario.
Solo
Dios sabe los milagros de gracia ocurridos en ese confesionario, que
hasta hoy se mantiene en pie, en el mismo lugar dónde él lo puso,
en la capilla de Santa Catalina, o en la sacristía, donde usualmente
escuchaba las confesiones. En su manera de lidiar con las almas, era
infinitamente gentil, y al mismo tiempo decía la verdad, que el alma
necesitaba escuchar para su bien. Sus
exhortaciones eran breves, y dirigidas al punto exacto del corazón.
El
cura de Ars tenía también el don de profecía. El 14 de
mayo 1854, el Obispo de Ullathorne llamó a nuestro santo, y le pidió
que orase por Inglaterra. El Obispo de Birmingham, cuenta que el
hombre de Dios dijo, con convicción extraordinaria: "Monseigneur,
creo que la Iglesia en Inglaterra, será restaurada a su esplendor".
También
tenía una gran devoción a Santa Filomena. La llamaba "mi
agente con Dios". Le construyó una capilla en su
honor, y también un santuario.
En
una ocasión cayó tan enfermo, que parecía ser su final, y prometió
a la santa, ofrecer 100 misas en su honor, en su santuario. Cuando la
primera Misa estaba siendo ofrecida, entró en éxtasis, durante el
cual se le escuchaba murmurar: "Filomena",
repetidas veces. Cuando salió de su éxtasis, exclamó: "estoy
sanado" , y le atribuyó su sanación a Santa
Filomena.
HUIDA
DE ARS
Una
tentación le persiguió casi por toda su vida en Ars, y ésta era el
deseo de la soledad. Con toda sinceridad, Vianney se sentía incapaz
para su oficio en Ars. El año anterior a su muerte, le dijo a un
misionero: "Tú no sabes lo que es
pasar de la cura de almas, al tribunal de Dios".
En el 1851, le rogó a su Obispo que lo dejase renunciar. En tres
ocasiones llegó hasta irse del pueblo, pero siempre regresó.
CONSUMACIÓN
Pasaron
41 años, desde el primer día en el que el Cura llegó a Ars, los
que fueron años de actividad indescriptible. Después de 1858, decía
con frecuencia: "Ya nos vamos;
debemos morir; y muy pronto". No cabe duda, de
que él sabía que su fin estaba cercano. En Julio de 1859, una
señora muy devota de San Etienne, vino para confesarse. Cuando se
despedía, él le dijo: "Nos veremos
de nuevo en tres semanas", ambos murieron en ese
tiempo, y se encontraron en un mundo mucho más feliz.
El
mes de Julio de 1859, fue extremadamente caluroso, los peregrinos se
desmayaban en grandes cantidades, pero el santo permanecía en el
confesionario. El viernes 29 de Julio, fue el último en el que
apareció en la iglesia. Esa mañana, entró en el confesionario,
como a la 1:00 a.m.
Pero
después de haberse desmayado en varias ocasiones, le pidieron que
descansara. A la 11:00 dio catecismo por última vez. Esa noche con
mucha dificultad, pudo arrastrarse hasta su cuarto. Uno de los
Hermanos Cristianos, le ayudó a subirse a su cama, pero el santo le
pidió que le dejase solo.
Una
hora después de medianoche, aproximadamente, pidió ayuda: "Es
mi pobre fin, llamen a mi confesor". La
enfermedad progresó rápidamente. En la tarde del 2 de Agosto,
recibió los últimos sacramentos: "Qué
bueno es Dios; cuando ya nosotros no podemos ir más hacia Él, Él
viene a nosotros" .
Veinte
sacerdotes con velas encendidas, escoltaron al Santísimo Sacramento,
pero el calor era tan sofocante, que tuvieron que apagarlas. Con
lágrimas en los ojos, dijo: "Oh,
que triste es recibir la Comunión por última vez".
En
la noche del 3 de Agosto, llegó su Obispo. El santo lo reconoció,
pero no pudo decir palabra alguna. Hacia la medianoche, el fin era
inminente. A las 2:00 a.m. del Sábado 4 de Agosto de 1859, cuando
una tormenta azotaba el pueblo de Ars, el Obispo Monnin leía estas
palabras: "Que los santos ángeles
de Dios, vengan a su encuentro, y lo conduzcan a la Jerusalén
celestial", el Cura de Ars encomendó su alma a
Dios.
Su
cuerpo permanece incorrupto, en la iglesia de Ars.
El
8 de Enero de 1905, el Papa Pío X, Beatificó al Cura de Ars; y en
la fiesta de Pentecostés, el 31 de Mayo de 1925, en presencia de una
gran multitud, el Papa Pío XI, pronunció la solemne sentencia:
"Nosotros declaramos a Juan María
Bautista Vianney que sea santo, y sea inscrito en el catálogo de los
santos".
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ORACIONES
" TE
AMO, OH MI DIOS "
Autor: San
Juan María Vianney
Te amo, Oh
mi Dios.
Mi único
deseo es amarte
Hasta el
último suspiro de mi vida.
Te amo, Oh
infinitamente amoroso Dios,
Y prefiero
morir amándote, que vivir un instante sin Ti.
Te amo, oh
mi Dios, y mi único temor es ir al infierno.
Porque
ahí, nunca tendría la dulce consolación de tu amor,
Oh mi
Dios,
si mi
lengua no puede decir
cada
instante que te amo,
por lo
menos quiero
que mi
corazón, lo repita cada vez que respiro.
Ah, dame
la gracia de sufrir mientras que te amo,
Y de
amarte mientras que sufro,
y el día
que me muera
No solo
amarte, pero sentir que te amo.
Te
suplico, que mientras más cerca estés de mi hora
Al final
aumentes y perfecciones mi amor por Ti.
Amén.
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LA
ORACION
SEGÚN
EL SANTO CURA DE ARS
Hermosa
obligación del hombre: orar y amar
Consideradlo,
hijos míos: el tesoro del hombre cristiano no está en la tierra,
sino en el cielo. Por esto, nuestro pensamiento, debe estar siempre
orientado hacia allí, donde está nuestro tesoro.
El
hombre tiene un hermoso deber y obligación: orar y amar. Si oráis y
amáis, habréis hallado la felicidad en este mundo.
La
oración no es otra cosa que la unión con Dios. Todo
aquel que tiene el corazón puro y unido a Dios, experimenta en sí
mismo, como una suavidad y dulzura que lo embriaga; se siente como
rodeado de una luz admirable.
En
esta íntima unión, Dios y el alma, son como dos trozos de cera
fundidos en uno solo, que ya nadie puede separar. Es algo muy hermoso
esta unión de Dios con su pobre criatura; es una felicidad que
supera nuestra comprensión.
Nosotros
nos habíamos hecho indignos de orar, pero Dios, por su bondad, nos
ha permitido hablar con Él. Nuestra oración, es el incienso que más
le agrada.
Hijos
míos, vuestro corazón es pequeño, pero la oración lo dilata, y lo
hace capaz de amar a Dios. La oración es
una degustación anticipada del cielo, hace que una parte del paraíso
baje hasta nosotros. Nunca nos deja sin dulzura; es
como una miel, que se derrama sobre el alma y todo lo endulza.
En
la oración hecha debidamente, se funden las penas como la nieve ante
el sol.
Otro
beneficio de la oración, es que hace que el tiempo transcurra tan
aprisa, y con tanto deleite, que ni se percibe su duración.
Mirad: cuando era párroco en Bresse, en cierta ocasión, en que casi
todos mis colegas habían caído enfermos, tuve que hacer largas
caminatas, durante las cuales, oraba al buen Dios, y creedme, que el
tiempo se me hacía corto.
Hay
personas que se sumergen totalmente en la oración, como los peces en
eI agua, porque están totalmente entregadas al buen Dios. Su corazón
no está dividido. ¡Cuánto amo a estas almas generosas!. San
Francisco de Asís y Santa Coleta, veían a nuestro Señor, y
hablaban con Él, del mismo modo que hablamos entre nosotros.
Nosotros,
por el contrario, ¡cuántas veces venimos a la Iglesia, sin saber lo
que hemos de hacer o pedir!. Y sin embargo, cuando vamos a casa de
cualquier persona, sabemos muy bien para qué vamos.
Hay
algunos que incluso, parece como si le dijeran al buen Dios: "Sólo
diré dos palabras, para deshacerme de Tí..." Muchas veces
pienso, que cuando venimos a adorar al Señor, obtendríamos todo lo
que le pedimos, si se lo pidiéramos con una fe muy viva y un corazón
muy puro.
Juan
Maria Vianney
(Cura
de Ars)
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Novena
a San Juan María Bautista Vianney
El
Cura de Ars
DÍA
PRIMERO - Fe ardiente
San
Juan María Bautista Vianney, tú naciste de una madre profundamente
religiosa; de ella recibiste la Santa Fe, aprendiendo a amar a Dios,
y a rezar. Ya a temprana edad, se te pudo ver arrodillado delante de
una estatua de María. Tu alma fue arrebatada, de forma sobrenatural,
hacia las cosas más elevadas. A pesar del alto costo, respondiste a
tu vocación.
Contra
muchos obstáculos y contradicciones, tuviste que luchar y sufrir,
para llegar a ser el perfecto cura que fuiste. Pero tu espíritu de
profunda fe, te sostuvo en todas estas batallas. Oh gran santo, tú
conoces el deseo de mi alma.
Quisiera
servir a Dios mejor. De Él he recibido muchas buenas cosas. Por
esto, obtén para mí más valor, y especialmente una profunda fe.
Muchos
de mis pensamientos, palabras y acciones, son inútiles para mi
santificación y mi salvación, porque ese espíritu sobrenatural no
impulsa mi vida. Ayúdame a ser mejor en el futuro.
Santo
Cura de Ars, tengo confianza en tu intercesión. Ruega por mí
durante esta novena, y especialmente por… (mencione aquí en
silencio sus especiales intenciones). Padrenuestro, Avemaría y
Gloria.
DÍA
SEGUNDO - Completa confianza en Dios
San
Juan María Bautista Vianney, ¡cuanta confianza tenía la gente en
tus oraciones!.
No
podías abandonar tu vieja rectoría, o tu humilde iglesia, sin verte
rodeado por almas implorantes, que recurrían a tí, al igual que
hicieron al mismo Jesús, durante su vida terrenal.
Y
tú, oh buen santo, les dabas esperanza con tus palabras, que estaban
llenas de amor para Dios.
Tú,
que siempre confiabas enteramente en el corazón de Dios, obtén para
mí una confianza filial y profunda, en su Providencia. Así como la
esperanza de bienes divinos llena mi corazón, dame valor y ayúdame,
a obedecer siempre los mandamientos de Dios.
Santo
Cura de Ars, tengo confianza en tu intercesión. Ruega por mí
durante esta novena, y especialmente por… (mencione aquí en
silencio sus especiales intenciones). Padrenuestro, Avemaría y
Gloria.
DÍA
TERCERO - Amor verdadero al prójimo
San
Juan María Bautista Vianney, por causa de tu amor a Dios, mostraste
una gran caridad hacia tu prójimo. No podías predicar el amor de
Dios, sin derramar lágrimas de amor.
Durante
tus últimos años, parecía como si no pudieras hablar acerca de
otra cosa, o vivir para cualquier otra cosa. Así te sacrificaste a
tí mismo por tu prójimo, mediante el consuelo, la absolución, y
santificándoles hasta el límite de tus fuerzas.
Tu
caridad me inspira a un mayor amor a Dios, un amor que se muestra más
por los hechos, que por las palabras. Ayúdame a amar a mi prójimo,
con igual generosidad a como Cristo los ama.
Santo
Cura de Ars, tengo confianza en tu intercesión. Ruega por mí
durante esta novena, y especialmente por… (mencione aquí en
silencio sus especiales intenciones). Padrenuestro, Avemaría y
Gloria.
DÍA
CUARTO - Horror al pecado
San
Juan María Bautista Vianney, tú fuiste tan inflexible contra el
pecado, y sin embargo, tan amable y dispuesto a acoger al pecador.
Acudo a tí hoy, como si aún estuvieras vivo, como si estuviera
arrodillado ante tus pies, y pudieras oírme. Inclínate hacia mí,
escucha al confidente arrepentido por las debilidades y acciones
miserables.
Cura
del Señor, infatigable confesor, obtén para mí el horror al
pecado. Tu quisiste, sobre todo, que evitáramos la ocasión de
pecar. Quiero tomar tu consejo, y hacer la resolución de romper con
los malos hábitos, y evitar las ocasiones próximas de pecar.
Ayúdame hoy a examinar mi conciencia.
Santo
Cura de Ars, tengo confianza en tu intercesión. Ruega por mí
durante esta novena, y especialmente por… (mencione aquí en
silencio sus especiales intenciones). Padrenuestro, Avemaría y
Gloria.
DÍA
QUINTO - Confesor de almas
Oh
Santo Cura de Ars, tú sabías cuán importante era una buena
confesión, para la vida cristiana. Para procurar felices frutos a
millones de almas, era por lo que tú aceptabas estar en un incómodo
confesionario, que era como una prisión, hasta 15 y 16 horas en
ciertos días.
Voy
a intentar a desarrollar el hábito de la confesión frecuente, a
prepararme adecuadamente cada vez, y a tener siempre arrepentimiento
de mis pecados, para que así, la gracia de la final perseverancia, y
también la santificación de mi alma, sean aseguradas. Pide por mí
esta gracia.
Santo
Cura de Ars, tengo confianza en tu intercesión. Ruega por mí
durante esta novena, y especialmente por… (mencione aquí en
silencio sus especiales intenciones). Padrenuestro, Avemaría y
Gloria.
DÍA
SEXTO - Presencia real
Oh
Santo Cura de Ars, cuyo único consuelo en este mundo, era la
presencia real de Jesús en el tabernáculo, ¿acaso no era tu gran
felicidad, distribuir la comunión a los peregrinos que te
visitaban?.
Tú
negabas la comunión, a las almas que se negaban a reformarse; pero a
las almas de buena voluntad, les abrías de par en par las puertas de
la fiesta de la Eucaristía.
Tú,
que cada día en la Santa Misa, recibías la Santa Comunión con gran
amor, dame algo de tu fervor. Libre de pecado mortal, obtén para mí
un sincero deseo de beneficiarme, al recibir la Santa Comunión.
Santo
Cura de Ars, tengo confianza en tu intercesión. Ruega por mí
durante esta novena, y especialmente por… (mencione aquí en
silencio sus especiales intenciones). Padrenuestro, Avemaría y
Gloria.
DÍA
SÉPTIMO - Ahuyentador del demonio
Oh
Santo Cura de Ars, los infames ataques del demonio que tuviste que
sufrir, y las pruebas que te desalentaban hasta la fatiga, no te
hicieron abandonar la sublime tarea de convertir las almas. Durante
muchos años, el demonio vino a interrumpir tu corto descanso, pero
tú ganaste, gracias a la mortificación y las oraciones.
Poderoso
protector, tú conoces bien el deseo del tentador, por dañar mi alma
bautizada y creyente. El tentador quisiera verme pecar, rechazando
los Santos Sacramentos, y la vida de virtud. Buen
santo de Ars, ahuyenta de mí toda traza del enemigo.
Santo
Cura de Ars, tengo confianza en tu intercesión. Ruega por mí
durante esta novena, y especialmente por… (mencione aquí en
silencio sus especiales intenciones). Padrenuestro, Avemaría y
Gloria.
DÍA
OCTAVO - Pureza exquisita
Oh
Santo Cura de Ars, de tí un testigo de tu vida, dijo esta frase: "Le
hubiéramos tomado por un ángel, en un cuerpo mortal".
Tú
edificaste a tantos otros: la modestia y la exquisita pureza,
radiaban de tu cuerpo. Con ese encanto, y con ese entusiasmo,
predicaste a otros, acerca de esas bellas virtudes, que tú decías,
se asemejaban al perfume de un viñedo en flor.
Por
favor, yo te imploro que unas tus súplicas, a las de María
Inmaculada y a Santa Filomena, para que siempre guarde, tal y como
Dios me pide, la pureza de mi corazón.
Tú,
que has dirigido a tantas almas, hacia las alturas de la virtud,
defiéndeme en las tentaciones, y obtén para mí la fortaleza para
conquistarlas.
Santo
Cura de Ars, tengo confianza en tu intercesión. Ruega por mí
durante esta novena, y especialmente por… (mencione aquí en
silencio sus especiales intenciones). Padrenuestro, Avemaría y
Gloria.
DÍA
NOVENO - Deseo de cielo
Oh
Santo Cura de Ars, tus restos preciosos están guardados en un
magnífico relicario, donación de los sacerdotes de Francia. Pero
esta gloria terrena, es sólo una pálida imagen de la gloria
indescriptible, que estas disfrutando con Dios. Durante el tiempo que
permaneciste en la tierra, solías repetir en tus horas de
abatimiento: "ya descansaré en la otra vida". Ahora
ya está hecho: ya estás en la paz y felicidad eternas.
Deseo
seguirte algún día. Pero hasta entonces, te oigo diciéndome:
"debes trabajar, y luchar
mientras estés en el mundo". Enséñame
entonces a trabajar por la salvación de mi alma, a difundir la buena
nueva, el buen ejemplo, y a hacer el bien a los que me rodean, y así
poder recibir la felicidad de los elegidos contigo.
Santo
Cura de Ars, tengo confianza en tu intercesión. Ruega por mí
durante esta novena, y especialmente por… (mencione aquí en
silencio sus especiales intenciones). Padrenuestro, Avemaría y
Gloria.
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¡Oh
San Juan Vianney, patrón de los sacerdotes, ruega por nosotros, y
por todos ellos!
Santo
Cura de Ars – Sobre la oración
"La
oración, es la elevación de nuestro corazón a Dios, una dulce
conversación entre la criatura y su Criador".
(Sermón sobre la oración).
"Con
la oración todo lo podéis, sois dueños, por decirlo así, del
querer de Dios". (Sermón sobre la
perseverancia).
"La
oración abre los ojos del alma, le hace sentir la magnitud de su
miseria, la necesidad de recurrir a Dios, y de temer su propia
debilidad". (Sermón sobre la oración).
"Todos
los males que nos agobian en la tierra, vienen precisamente de que no
oramos, o lo hacemos mal". (Sermón sobre la
oración).
"Todos
los santos comenzaron su conversión por la oración, y por ella
perseveraron; y todos los condenados se perdieron por su negligencia
en la oración. Digo pues, que la oración nos es absolutamente
necesaria para perseverar". (Sermón sobre la
perseverancia).
"¡Cuántas
veces venimos a la iglesia sin saber a qué venimos, ni qué queremos
pedir!. Sin embargo, cuando se va a casa de cualquiera, se sabe muy
bien por qué uno se dirige a ella. Los hay que parecen decirle a
Dios: «Vengo a decirte dos palabras, para cumplir contigo...». Con
frecuencia, pienso que cuando venimos a adorar a nuestro Señor,
conseguiríamos todo lo que quisiéramos, con tal de pedirle con fe
viva, y un corazón puro". (Sobre la oración).
"Nuestras
oraciones han de ser hechas con confianza, y con una esperanza firme,
de que Dios puede y quiere concedernos lo que le pedimos, mientras se
lo supliquemos debidamente". (Sermón sobre la
oración).
"Hemos
de orar con frecuencia, pero debemos redoblar nuestras oraciones, en
las horas de prueba, en los momentos en que sentimos el ataque de la
tentación". (Sermón sobre la oración).
“Por
muchas que sean las penas que experimentemos, si oramos, tendremos la
dicha de soportarlas, enteramente resignados a la voluntad de Dios; y
por violentas que sean las tentaciones, si recurrimos a la oración,
las dominaremos ". (Sermón sobre la oración).
"La
tercera condición que debe reunir la oración, para ser agradable a
Dios, es la
perseverancia. Vemos
muchas veces, que el Señor no nos concede enseguida lo que pedimos;
esto lo hace para que lo deseemos con más ardor, o para que
apreciemos mejor lo que vale. Tal retraso no es una negativa, sino
una prueba, que nos dispone a recibir más abundantemente lo que
pedimos". (Sermón sobre la oración).
Oración:
Dios Todopoderoso y Eterno, por los méritos de San
Juan María Bautista Vianney, concédeles tus bendiciones a los
sacerdotes, religiosos y religiosas, así como a laicos y laicas
consagradas, para que el perfume espiritual de su Amor por Tí, se
eleve como eterno incienso en favor de tu pueblo. Amén.
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