El martirio de San Juan
Bautista
Año 30
Año 30
El
evangelio de San Marcos nos narra de la siguiente manera la muerte
del gran precursor, San Juan Bautista:
Herodes
Antipas había cometido un pecado que escandalizaba a los judíos
porque está muy prohibido por la Santa Biblia y por la ley moral. Se
había ido a vivir con la esposa de su hermano. Juan Bautista lo
denunció públicamente. Se necesitaba mucho valor para hacer una
denuncia como esta porque esos reyes de oriente eran muy déspotas y
mandaban matar sin más ni más a quien se atrevía a echarles en
cara sus errores.
Herodes
al principio se contentó solamente con poner preso a Juan, porque
sentía un gran respeto por él. Pero la adúltera Herodías estaba
alerta para mandar matar en la primera ocasión que se le presentara,
al que le decía a su concubino que era pecado esa vida que estaban
llevando.
Cuando
pidieron la cabeza de Juan Bautista el rey sintió enorme tristeza
porque estimaba mucho a Juan y estaba convencido de que era un santo
y cada vez que le oía hablar de Dios y del alma se sentía
profundamente conmovido. Pero por no quedar mal con sus invitados que le habían oído su tonto juramento (que en verdad no le podía
obligar, porque al que jura hacer algo malo, nunca le obliga a
cumplir eso que ha jurado) y por no disgustar a esa malvada, mandó
matar al santo precursor.
Este
es un caso típico de cómo un pecado lleva a cometer otro pecado.
Herodes y Herodías empezaron siendo adúlteros y terminaron siendo
asesinos. El pecado del adulterio los llevó al crimen, al asesinato
de un santo.
Juan
murió mártir de su deber, porque él había leído la recomendación
que el profeta Isaías hace a los predicadores: "Cuidado: no
vayan a ser perros mudos que no ladran cuando llegan los ladrones a
robar". El Bautista vio que llegaban los enemigos del alma a
robarse la salvación de Herodes y de su concubina y habló
fuertemente. Ese era su deber. Y tuvo la enorme dicha de morir por
proclamar que es necesario cumplir las leyes de Dios y de la moral.
Fue un verdadero mártir.
Encomendemos
nuestros problemas familiares y conyugales, a la protección divina
de San Juan Bautista, quien siempre nos enviará sus consejos y
asistencia.
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