12 de Enero 2025
San
Antonio María Pucci
Sacerdote
(1800 - 1892)
"No
es necesario tener una larga vida, pero es necesario aprovechar el
tiempo que Dios nos da, para cumplir con nuestro deber".
Ciertas
inclinaciones son innatas, aunque el entorno en el que uno nace y
crece, tenga una gran influencia. Antonio María Pucci, que de niño
se llamaba Eustaquio, nacido en una familia de campesinos, pobres en
recursos pero ricos en fe, prefirió como pasatiempo, ayudar a su
padre en el decoro de la iglesia, asistir a las funciones religiosas,
y recibir la comunión.
Estamos en la alta Toscana del 1800,
donde parecería que el joven, habría sido una ayuda muy útil a su
familia en los campos, pero el Señor lo llamó y Eustaquio
respondió, y eligió una Orden consagrada a Nuestra Señora: los
Siervos de María Santísima.
El
"Curita" de María
Ordenado sacerdote en
1843, se convirtió en el Definidor General de su comunidad, pero el
trabajo que más apreció fue el de párroco. Tanto que ejerció tal
encargo, durante 48 años, en la iglesia de San Andrés en Viareggio.
Para todos, el párroco Antonio María - el nombre que eligió
al hacer sus votos - era "el Curita", siempre sonriente, y
sobre todo siempre dispuesto a ayudar a los demás.
Precursor
de las formas organizativas, propias de la Acción Católica, creó
prácticamente una asociación para cada tipo de feligreses, dando un
gran impulso, al compromiso de los laicos dentro de la Iglesia: para
los jóvenes fundó la Compañía de San Luis, y la Congregación de
la Doctrina Cristiana; para los hombres la Compañía de Nuestra
Señora de los Dolores, y para las mujeres la Congregación de las
Madres Cristianas. También inició una orden religiosa femenina: las
Manteladas de Viareggio, que se ocuparían de los niños
enfermos.
"¡Parece un ángel
por su caridad!"
Aunque necesitaba la ayuda de
tantas personas, para realizar sus muchas obras, Antonio era el
primero en "poner manos a la obra", yendo de casa en casa,
entre los pobres, para llevarles víveres, y lo que necesitaban.
No
tomaba nada para sí mismo, ni siquiera su ropa. Y en sus largas
jornadas que parecían interminables, tampoco descuidaba la oración:
las tradiciones populares, cuentan que sus feligreses, lo encontraban
absorto, y que áun lo vieron levitar en el ejercicio de su
ministerio, tanto que muchos exclamaban: "¡Parece un
ángel!.
Pero más que esos raros fenómenos extraordinarios,
fue el ejercicio heroico de la caridad, lo que lo distinguió.
Durante la epidemia de cólera de 1854, Antonio se convirtió
en un verdadero ángel de los enfermos, y se entregará en cuerpo y
alma, a servir a los pobres y a los necesitados, al punto que una
neumonía fulminante, le acarreará la muerte en 1892.
Fue
beatificado por Pío XII en 1952, y canonizado por Juan XXIII diez
años después.
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