3 de Abril de 2021
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San
Ricardo de Chichester
Obispo
(†
1253)
Gran defensor a ultranza del derecho, frente a la
arbitrariedad y el abuso de poder. Condenó los abusos de poder y los
vicios de la época, con extraordinaria
energía.
https://365seleccionessacros.blogspot.com/2020/04/3de-abril-sanricardo-de-chichester.html
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Hoy
leemos en las escrituras
En el Sábado Santo no hay liturgia, por
eso no hay lecturas.
Dejamos para la reflexión espiritual, la
lectura de ayer.
Primera lectura
Lectura
del libro de Isaías (52,13–53,12):
Mirad, mi
siervo tendrá éxito, subirá y crecerá mucho.
Como muchos
se espantaron de Él, porque desfigurado no parecía hombre, ni tenía
aspecto humano, así asombrará a muchos pueblos, ante Él los reyes
cerrarán la boca, al ver algo inenarrable, y contemplar algo
inaudito.
¿Quién creyó nuestro anuncio? ¿A quién se
reveló el brazo del Señor. Creció en su presencia como brote, como
raíz en tierra árida, sin figura, sin belleza.
Lo vimos sin
aspecto atrayente, despreciado y evitado de los hombres, como un
hombre de dolores, acostumbrado a sufrimientos, ante el cual se
ocultan los rostros, despreciado y desestimado.
Él soportó
nuestros sufrimientos, y aguantó nuestros dolores; nosotros lo
estimamos leproso, herido de Dios y humillado, pero Él fue
traspasado por nuestras rebeliones, triturado por nuestros crímenes.
Nuestro castigo saludable cayó sobre Él, sus cicatrices nos
curaron. Todos errábamos como ovejas, cada uno siguiendo su camino;
y el Señor cargó sobre Él todos nuestros crímenes.
Maltratado,
voluntariamente se humillaba, y no abría la boca; como cordero
llevado al matadero, como oveja ante el esquilador, enmudecía y no
abría la boca.
Sin defensa, sin justicia, se lo llevaron,
¿quién meditó en su destino?. Lo arrancaron de la tierra de los
vivos; por los pecados de mi pueblo lo hirieron.
Le dieron
sepultura con los malvados, y una tumba con los malhechores, aunque
no había cometido crímenes, ni hubo engaño en su boca. El Señor
quiso triturarlo con el sufrimiento, y entregar su vida como
expiación; verá su descendencia, prolongará sus años, lo que el
Señor quiere prosperará por su mano.
Por los trabajos de su
alma, verá la luz, el justo se saciará de conocimiento. Mi siervo
justificará a muchos, porque cargó con los crímenes de ellos.
Le
daré una multitud como parte, y tendrá como despojo una
muchedumbre.
Porque expuso su vida a la muerte, y fue contado
entre los pecadores; Él tomó el pecado de muchos, e intercedió por
los pecadores.
Palabra
de Dios. ¡Te alabamos
Señor!
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Salmo
Sal
30,2.6.12-13.15-16.17.25
R/. Padre, a tus manos
encomiendo mi espíritu
A Ti , Señor, me acojo:
no quede
yo nunca defraudado;
Tú, que eres justo, ponme a salvo.
A tus
manos encomiendo mi espíritu:
Tú, el Dios leal, me librarás.
R/.
Soy la burla de todos mis enemigos,
la irrisión de mis
vecinos,
el espanto de mis conocidos;
me ven por la calle, y
escapan de mí.
Me han olvidado como a un muerto,
me han
desechado como a un cacharro inútil. R/.
Pero yo confío en
Ti, Señor,
te digo: «Tú eres mi Dios.»
En tu mano
están mis azares;
líbrame de los enemigos que me persiguen.
R/.
Haz brillar tu rostro sobre tu siervo,
sálvame por tu
misericordia.
Sed fuertes y valientes de corazón,
los que
esperáis en el Señor.
R/.
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Segunda
lectura
Lectura de la carta a los
Hebreos (4,14-16;5,7-9):
Mantengamos la confesión
de la fe, ya que tenemos un sumo sacerdote grande, que ha atravesado
el cielo, Jesús, Hijo de Dios.
No tenemos un sumo sacerdote,
incapaz de compadecerse de nuestras debilidades, sino que ha sido
probado en todo, exactamente como nosotros, menos en el pecado.
Por
eso, acerquémonos con seguridad al trono de la gracia, para alcanzar
misericordia, y encontrar la gracia que nos auxilie oportunamente.
Cristo, en los días de su vida mortal, a gritos y con
lágrimas, presentó oraciones y súplicas, al que podía salvarlo de
la muerte, cuando en su angustia fue escuchado.
Él, a pesar
de ser Hijo, aprendió sufriendo, a obedecer. Y llevado a la
consumación, se ha convertido para todos los que le obedecen, en
autor de la salvación eterna.
Palabra
de Dios. ¡Te alabamos
Señor!
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Evangelio
de hoy
Pasión de nuestro Señor
Jesucristo según San Juan (18,1–19,42):
C. En
aquel tiempo, salió Jesús con sus discípulos, al otro lado del
torrente Cedrón, donde había un huerto, y entraron allí, Él y sus
discípulos. Judas, el traidor, conocía también el sitio, porque
Jesús se reunía a menudo allí con sus discípulos. Judas entonces,
tomando la patrulla, y unos guardias de los sumos sacerdotes y de los
fariseos, entró allá con faroles, antorchas y armas.
Jesús,
sabiendo todo lo que venía sobre Él, se adelantó y les dijo:
+
«¿A quién buscáis?»
C. Le contestaron:
S. «A
Jesús, el Nazareno.»
C. Les dijo Jesús:
+ «Yo
soy.»
C. Estaba también con ellos Judas, el traidor. Al
decirles: «Yo soy», retrocedieron y cayeron a tierra.
Les
preguntó otra vez:
+ «¿A quién buscáis?»
C.
Ellos dijeron:
S. «A Jesús, el Nazareno.»
C. Jesús
contestó:
+ «Os he dicho que soy yo. Si me buscáis a mí,
dejad marchar a éstos»
C. Y así se cumplió lo que
había dicho: «No he perdido a ninguno de los que me diste.»
Entonces Simón Pedro, que llevaba una espada, la sacó e
hirió al criado del sumo sacerdote, cortándole la oreja derecha.
Este criado se llamaba Malco.
Dijo entonces Jesús a Pedro:
+
«Mete la espada en la vaina. El cáliz que me ha dado mi Padre, ¿no
lo voy a beber?»
C. La patrulla, el tribuno, y los
guardias de los judíos prendieron a Jesús, lo ataron y lo llevaron
primero a Anás, porque era suegro de Caifás, sumo sacerdote aquel
año; era Caifás el que había dado a los judíos este consejo:
«Conviene que muera un solo hombre por el pueblo.»
Simón
Pedro y otro discípulo, seguían a Jesús. Este discípulo era
conocido del sumo sacerdote, y entró con Jesús en el palacio del
sumo sacerdote, mientras Pedro se quedó fuera a la puerta. Salió el
otro discípulo, el conocido del sumo sacerdote, habló a la portera,
e hizo entrar a Pedro.
La criada que hacía de portera dijo
entonces a Pedro:
S. «¿No eres tú también de los discípulos
de ese hombre?»
C. Él dijo:
S. «No lo soy.»
C.
Los criados y los guardias, habían encendido un brasero, porque
hacía frío, y se calentaban. También Pedro estaba con ellos de
pie, calentándose. El sumo sacerdote, interrogó a Jesús acerca de
sus discípulos, y de la doctrina.
Jesús le contestó:
+
«Yo he hablado abiertamente al mundo; yo he enseñado continuamente,
en la sinagoga y en el templo, donde se reúnen todos los judíos, y
no he dicho nada a escondidas. ¿Por qué me interrogas a mí?.
Interroga a los que me han oído, de qué les he hablado. Ellos saben
lo que he dicho yo.»
C. Apenas dijo esto, uno de los
guardias que estaban allí, le dio una bofetada a Jesús,
diciendo:
S. «¿Así contestas al sumo sacerdote?»
C.
Jesús respondió:
+ «Si he faltado al hablar, muestra en qué
he faltado; pero si he hablado como se debe, ¿por qué me
pegas?».
C. Entonces Anás, lo envió atado a Caifás,
sumo sacerdote.
Simón Pedro estaba en pie, calentándose, y
le dijeron:
S. «¿No eres tú también de sus discípulos?»
C.
Él lo negó, diciendo:
S. «No lo soy.»
C. Uno de
los criados del sumo sacerdote, pariente de aquel, a quien Pedro le
cortó la oreja, le dijo:
S. «¿No te he visto yo con él en
el huerto?»
C. Pedro volvió a negar, y enseguida cantó
un gallo.
Llevaron a Jesús, de casa de Caifás al pretorio.
Era el amanecer, y ellos no entraron en el pretorio, para no incurrir
en impureza, y poder así comer la Pascua.
Salió Pilato
afuera, adonde estaban ellos, y dijo:
S. «¿Qué acusación
presentáis contra este hombre?»
C. Le contestaron:
S.
«Si éste no fuera un malhechor, no te lo entregaríamos.»
C.
Pilato les dijo:
S. «Lleváoslo vosotros, y juzgadlo según
vuestra ley.»
C. Los judíos le dijeron:
S. «No
estamos autorizados para dar muerte a nadie.»
C. Y así
se cumplió lo que había dicho Jesús, indicando de qué muerte iba
a morir.
Entró otra vez Pilato en el pretorio, llamó a
Jesús y le dijo:
S. «¿Eres tú el rey de los judíos?»
C.
Jesús le contestó:
+ «¿Dices eso por tu cuenta, o te lo han
dicho otros de mí?»
C. Pilato replicó:
S. «¿Acaso
soy yo judío?. Tu gente y los sumos sacerdotes, te han entregado a
mí; ¿qué has hecho?»
C. Jesús le contestó:
+ «Mi
reino no es de este mundo. Si mi reino fuera de este mundo, mi
guardia habría luchado, para que no cayera en manos de los judíos.
Pero mi reino no es de aquí.»
C. Pilato le dijo:
S.
«Conque, ¿tú eres rey?»
C. Jesús le contestó:
+
«Tú lo dices: soy rey. Yo para esto he nacido, y para esto he
venido al mundo: para ser testigo de la verdad. Todo el que es de la
verdad, escucha mi voz.»
C. Pilato le dijo:
S. «Y,
¿qué es la verdad?»
C. Dicho esto, salió otra vez
adonde estaban los judíos, y les dijo:
S. «Yo no encuentro en
Él ninguna culpa. Es costumbre entre vosotros, que por Pascua ponga
a uno en libertad. ¿Queréis que os suelte al rey de los
judíos?»
C. Volvieron a gritar:
S. «A ése no, a
Barrabás.»
C. El tal Barrabás era un bandido. Entonces
Pilato tomó a Jesús, y lo mandó azotar. Y los soldados trenzaron
una corona de espinas, se la pusieron en la cabeza, y le echaron por
encima un manto color púrpura, y acercándose a Él, le decían:
S.
«¡Salve, rey de los judíos!»
C. Y le daban
bofetadas. Pilato salió otra vez afuera y les dijo:
S. «Mirad,
os lo saco afuera, para que sepáis, que no encuentro en Él, ninguna
culpa.»
C. Y salió Jesús afuera, llevando la corona de
espinas, y el manto color púrpura.
Pilato les dijo:
S.
«Aquí lo tenéis.»
C. Cuando lo vieron los sumos sacerdotes
y los guardias, gritaron:
S. «¡Crucifícalo,
crucíficalo!»
C. Pilato les dijo:
S
«Lleváoslo vosotros y crucificadlo, porque yo no encuentro culpa en
Él.»
C. Los judíos le contestaron:
S «Nosotros
tenemos una ley, y según esa ley tiene que morir, porque se ha
declarado Hijo de Dios.»
C. Cuando Pilato oyó estas
palabras, se asustó aún más, y entrando otra vez en el pretorio,
dijo a Jesús:
S. «¿De dónde eres tú?»
C. Pero
Jesús no le dio respuesta. Y Pilato le dijo:
S. «¿A mí no
me hablas?. ¿No sabes que tengo autoridad para soltarte, y autoridad
para crucificarte?»
C. Jesús le contestó:
+ «No
tendrías ninguna autoridad sobre mí, si no te la hubieran dado de
lo alto. Por eso el que me ha entregado a ti, tiene un pecado
mayor.»
C. Desde este momento Pilato trataba de soltarlo,
pero los judíos gritaban:
S. «Si sueltas a ése, no eres
amigo del César. Todo el que se declara rey, está contra el
César.»
C. Pilato entonces, al oír estas palabras, sacó
afuera a Jesús, y lo sentó en el tribunal, en el sitio que llaman
"el Enlosado" (en hebreo Gábbata). Era el día de la
Preparación de la Pascua, hacia el mediodía.
Y dijo Pilato
a los judíos:
S. «Aquí tenéis a vuestro rey.»
C.
Ellos gritaron:
S. «¡Fuera, fuera; crucifícalo!»
C.
Pilato les dijo:
S. «¿A vuestro rey voy a crucificar?»
C.
Contestaron los sumos sacerdotes:
S. «No tenemos más rey que
al César.»
C. Entonces se lo entregó para que lo
crucificaran. Tomaron a Jesús, y Él, cargando con la cruz, salió
al sitio llamado «de la Calavera» (que en hebreo se dice Gólgota),
donde lo crucificaron; y con Él a otros dos, uno a cada lado, y en
medio, Jesús.
Y Pilato escribió un letrero, y lo puso
encima de la cruz; en él estaba escrito: «Jesús, el Nazareno,
el rey de los judíos.»
Leyeron el letrero muchos
judíos, porque estaba cerca el lugar, donde crucificaron a Jesús, y
estaba escrito en hebreo, latín y griego.
Entonces los sumos
sacerdotes de los judíos dijeron a Pilato:
S. «No, escribas:
"El rey de los judíos", sino: "Éste ha dicho: Soy el
rey de los judíos."»
C. Pilato les contestó:
S.
«Lo escrito, escrito está.»
C. Los soldados, cuando
crucificaron a Jesús, cogieron su ropa, haciendo cuatro partes, una
para cada soldado, y apartaron la túnica. Era una túnica sin
costura, tejida toda de una pieza de arriba abajo.
Y se
dijeron:
S. «No la rasguemos, sino echemos a suerte, a ver a
quién le toca.»
C. Así se cumplió la Escritura: «Se
repartieron mis ropas, y echaron a suerte mi túnica».
Esto
hicieron los soldados. Junto a la cruz de Jesús estaban su madre, la
hermana de María, la Magdalena. Jesús, al ver a su madre, y cerca
al discípulo que tanto quería, dijo a su madre:
+ «Mujer,
ahí tienes a tu hijo.»
C. Luego, dijo al discípulo:
+
«Ahí tienes a tu madre.»
C. Y desde aquella hora, el
discípulo la recibió en su casa. Después de esto, sabiendo Jesús
que todo había llegado a su término, para que se cumpliera la
Escritura dijo:
+ «Tengo sed.»
C. Había allí un
jarro lleno de vinagre. Y sujetando una esponja empapada en vinagre,
a una caña de hisopo, se la acercaron a la boca. Jesús, cuando tomó
el vinagre, dijo:
+ «Está
cumplido.»
C. E, inclinando la cabeza, entregó el
espíritu.
Los judíos entonces, como era el día de la
Preparación, para que no se quedaran los cuerpos en la cruz el
sábado, porque aquel sábado era un día solemne, pidieron a Pilato
que les quebraran las piernas, y que los quitaran.
Fueron los
soldados, le quebraron las piernas al primero, y luego al otro que
habían crucificado con él; pero al llegar a Jesús, viendo que ya
había muerto, no le quebraron las piernas, sino que uno de los
soldados, con la lanza, le traspasó el costado, y al punto salió
sangre y agua.
El que lo vio da testimonio, y su testimonio
es verdadero, y él sabe que dice verdad, para que también vosotros
creáis.
Esto ocurrió, para que se cumpliera la Escritura:
«No le quebrarán un hueso»; y en otro lugar la Escritura
dice: «Mirarán al que atravesaron.»
Después de
esto, José de Arimatea, que era discípulo clandestino de Jesús,
por miedo a los judíos, pidió a Pilato que le dejara llevarse el
cuerpo de Jesús. Y Pilato lo autorizó.
Él fue entonces, y
se llevó el cuerpo. Llegó también Nicodemo, el que había ido a
verlo de noche, y trajo unas cien libras, de una mixtura de mirra y
áloe. Tomaron el cuerpo de Jesús, y lo vendaron todo con los
aromas, según se acostumbra a enterrar entre los judíos.
Había
un huerto, en el sitio donde lo crucificaron, y en el huerto un
sepulcro nuevo, donde nadie había sido enterrado todavía. Y como
para los judíos, era el día de la Preparación, y el sepulcro
estaba cerca, pusieron allí a Jesús.
Palabra
de Dios. ¡Te alabamos
Señor!
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