1
de Octubre
SANTA
TERESITA DEL NIÑO JESUS Y DE LA SANTA FAZ
(1873-1897)
"La
Florecita", "Santa Teresita de Lisieux"
Patrona
de las misiones
Doctora
de la Iglesia
Breve
Nació en Alençon (Francia), el año 1873. Siendo aún muy joven, ingresó en el monasterio de carmelitas de Lisieux, ejerciéndose sobre todo en la humildad, la sencillez evangélica, y la confianza en Dios, virtudes que se esforzó en inculcar, de palabra y de obra, en las novicias.
Nació en Alençon (Francia), el año 1873. Siendo aún muy joven, ingresó en el monasterio de carmelitas de Lisieux, ejerciéndose sobre todo en la humildad, la sencillez evangélica, y la confianza en Dios, virtudes que se esforzó en inculcar, de palabra y de obra, en las novicias.
A
los 23 años enfermó de tuberculosis; murió un año más tarde en
brazos de sus hermanas del Carmelo. En sus momentos postreros mantuvo
correspondencia con dos padres misioneros, uno de ellos enviado a
Canadá, y el otro a China, y les acompañó constantemente con sus
oraciones. Por eso, Pío XII quiso asociarla, en 1927, a San
Francisco Javier como patrona de las misiones.
Murió
el día 30 de septiembre del año 1897, ofreciendo su vida por la
salvación de las almas y por el incremento de la Iglesia. Es patrona
de las misiones y doctora de la Iglesia.
Sus
Reflexiones
El
centro de su espiritualidad fue la misericordia o amor de Dios.
Por encima de todo enfatiza siempre la misericordia divina, ante la
cual confía y nada hay que temer.
En
el Carmelo vivió dos misterios: la infancia de Jesús y su pasión.
Por ello, solicitó llamarse sor Teresa del Niño Jesús y de la
Santa Faz. Se ofreció a Dios como su instrumento.
Comprendió
que la vida cristiana no consiste en una serie de grandes empresas,
sino de recorrer de buena gana, y con buen ánimo «el
camino del niño que se duerme sin miedo en los brazos de su padre».
RECEMOS
JUNTO A SANTA TERESITA
¡Santa
Teresa del Niño Jesús!. Durante tu corta vida en la tierra llegaste
a ser espejo de pureza angélica, de amor fuerte como la muerte, y de
total abandono en manos de Dios. Ahora que gozas de las recompensas
de tus virtudes, vuelve hacia mí tus ojos de misericordia, pues yo
pongo toda mi confianza en ti.
Obtén
para mí la gracia de guardar mi mente y corazón limpios como los
tuyos, y que aborrezca sinceramente cuanto pueda de alguna manera
empeñar la gloriosa virtud de la pureza, tan querida de nuestro
Señor.
Encantadora
rosa y reinecita, recuerda tus promesas, de que jamás dejarías sin
atender ninguna petición que te hiciera, que enviarías una lluvia
de rosas y vendrías a la tierra para hacer el bien.
Con
la confianza que me inspira tu poder ante el Sagrado Corazón,
imploro tu intercesión en mi provecho, y me concedas esta gracia que
yo tanto deseo (Menciona lo que deseas para tí y tu familia).
Santa "Teresita", recuerda tu promesa de "hacer bien en la tierra", y que enviarías "lluvia de rosas" sobre quienes te invoquen. Obtén para mí de parte de Dios las gracias que quiero de su infinita bondad. Que yo experimente el poder de tus oraciones en cualquier necesidad.
Consuélame
en todas las amarguras de la vida presente, en especial cuando me
llegue la hora de la muerte, para que yo sea digno de tener parte en
la felicidad eterna de que tú disfrutas en el cielo. Amén.
Oración
final
Padre celestial, por medio de Santa Teresa del Niño Jesús, quieres recordar al mundo el amor misericordioso que llena tu Corazón, y que pongamos en Él nuestra confianza, como los niños en sus padres.
Padre celestial, por medio de Santa Teresa del Niño Jesús, quieres recordar al mundo el amor misericordioso que llena tu Corazón, y que pongamos en Él nuestra confianza, como los niños en sus padres.
Humildemente
te damos gracias por haber coronado de tanta gloria a tu hija Teresa,
siempre fiel, y por haberle dado el admirable poder de acercar a ti,
día tras día, a innumerables almas para que te alaben eternamente.
¡Oh
Señor! Tú dijiste: "Si no vuelven a
ser como niños no podrán entrar en el Reino de los Cielos"
(Mt 18,3). Concédenos, te rogamos, seguir las huellas de tu virgen
Teresa, con humildad y pureza de intención, para que podamos
alcanzar los premios eternos. Tú que vives y reinas por los siglos
de los siglos. Amén.
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