domingo, 16 de junio de 2024

 16 de Junio 2024

San Juan Francisco de Regis

Confesor
(1597-1640)

Su labor apostólica en la región francesa de Vivarais, alivió la tensión con los protestantes hugonotes, uniendo a todos en la fe católica.


La tensión entre los católicos y los calvinistas franceses, alimentada por los intereses políticos de la Casa de Valois, y la Casa de Guisa, fue aumentando en Francia; estallará la guerra civil en el siglo XVI, y se prolongará durante el siglo XVII.

En uno de los períodos de paz, en que se despierta el fervor religioso, con manifestaciones polarizadas, en torno a la Eucaristía y a la Santísima Virgen, en nítido clima de resurgimiento católico, nace Juan Francisco en Foncouverte, en el 1597, de unos padres campesinos acomodados.

Cuando nació, ya había pasado la terrible Noche de San Bartolomé del 1572, en la que miles de hugonotes fueron asesinados en París y en otros lugares de Francia, con Coligny, su jefe.

Y faltaba un año, para que el rey Enrique IV, ya convertido al catolicismo, promulgara el Edicto de Nantes, que proporcionaría a los hugonotes, libertad religiosa casi completa. Juan Francisco decidió entrar en la Compañía de Jesús. Estaba comenzando los estudios teológicos, cuando se declara en Touluose, la terrible epidemia de peste del año 1628. Hay abundantes muertes entre enfermos y enfermeros, hasta el punto de fallecer 87 jesuitas en tres años.

Como hacen falta brazos, para la enorme labor de caridad que tiene ante los ojos, no cesa de pedir insistentemente, su plaza entre los que cooperan, en lo que pueden dar algo de remedio al mal. Se hace ordenar sacerdote precisamente para ello, aunque su decisión, conlleve dificultades para la profesión solemne.

Quiso ir al Canadá a predicar la fe; pretendía ir con deseo de martirio; hace gestiones, lo solicitó a sus superiores, que le prometieron mandarlo, pero aquello no fue posible.

Su Canadá fue más al norte de Francia, en la región del Vivarais, donde vivió el resto de su vida. Allí comienzan los lugareños a llamarle «el santo» y se llenan las iglesias más grandes, de gente ávida de escucharle. Organiza la caridad. Funda casas, para sacar de la prostitución, a jóvenes de vida descaminada.

No le sobra tiempo. Pasa noches en oración, y la labor de confesionario no se cuenta por horas, sino por mañanas y tardes. Así le sorprendió la muerte, cuando sólo contaba él 43 de edad: derrumbándose después de una jornada de confesionario, ante los presentes, que aún esperaban su turno para recibir el perdón.

Cinco días después, marchó al cielo. Era el año 1640

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