31 De Mayo de 2024
Santa Petronila de Roma
Virgen y
mártir
(Siglo I)
Hija espiritual de San Pedro, quien
entregó su vida por Jesucristo
En
Roma, en el cementerio de Domitila, en la vía Ardeatina, santa
Petronila, virgen y mártir.
A medida que el hagiógrafo,
avanza en la familiaridad con las Vitae Sanctorum, y las Actas de los
martirios de los santos comprueba, entre susto y fascinación, los
esfuerzos de escritores anteriores -algunos lo hacen desde los
albores de la historia cristiana- por pasar a la posteridad, los
modelos de fe y vida, que ellos han visto, o cuyas noticias han
recibido oralmente, o quizá tuvieron entre sus manos, documentación
anterior que no ha sobrevivido al tiempo.
Lo hicieron movidos
por el cariño agradecido, a los que supieron ser fieles, y
transmitieron el heroísmo de sus virtudes, de la mejor manera que
pudieron; con frecuencia estaban por la labor, de dejar en el mejor
papel posible, al santo protagonista de su relato, y por ello no es
infrecuente notar añadiduras, a la personalidad que relatan, aunque
sea acumulando dones, milagros y hechos portentosos, que demuestren
más y más, a quienes les escuchan, o a sus posibles lectores, la
complacencia de Dios en sus santos.
Posiblemente éste fuera
el intento del autor anónimo, que dejó por escrito, la vida de
Santa Petronila, llamada también con los nombres de Perina,
Petronela y Pernela. La total carencia de datos da origen, a la
historia claramente imaginativa, que pondera excelsas virtudes -ésas
que intenta poner como paradigma en la mente de los lectores- y que
carga las tintas, más sobre las bondades de las situaciones del
entorno, que sobre la misma realidad personal que lógicamente
desconoce.
Pues bien; el tiempo es el siglo primero, y el
lugar de la narración, Roma; Petronila está presentada como hija
espiritual de San Pedro.
Su máximo anhelo es padecer por
Jesús, que tanto quiso padecer por ella. Una extraña enfermedad la
mete en cama, con agudísimos dolores imposibles de aliviar; pero su
semblante alegre, y su actitud llena de optimismo, demuestran a todos
los que van a visitarla, la aceptación voluntariosa y complacida de
Petronila que, por fin, puede sufrir algo por su Señor.
Se
prolonga por mucho tiempo la postración. Entre los creyentes
romanos, se empiezan a correr rumores; ¿cómo es posible conciliar
tamaño sufrimiento de Petronila, con la actitud permisiva del padre
Pedro, si es verdad que sólo su sombra, llegaba a curar a enfermos,
hace unos años, en Jerusalén?, ¿será que Pedro ha perdido
virtud?, ¿será esto una muestra de falta de cariño?, ¿no deben
preocuparse los padres por la salud de los hijos?.
Un día,
Pedro reúne a una gran multitud de creyentes en Cristo en su casa, y
manda con imperio a su hija: «Petronila, levántate y sírvenos
la mesa». Asombrados y estupefactos, contemplan a la dulce joven
incorporarse del lecho, y salir dispuesta al cumplimiento del
encargo, toda llena de facultades. Terminada su misión vuelve a la
cama, recupera la enfermedad, con incremento de sufrimiento, y ya no
se restablecerá hasta después del martirio de Pedro.
No ha
hecho mella en su físico, el terrible padecimiento soportado, se han
rejuvenecido sus facciones, y hasta se diría que se ha multiplicado
la belleza, previa a la enfermedad. Ahora dedica Petronila todas sus
energías, a la oración y a la caridad. Parece un hada madrina, que
con vara mágica va solucionando problemas de cristianos, irradiando
continuamente el influjo benéfico, ante cualquier necesidad: pobres,
lisiados, enfermos, ciegos, leprosos y todo tipo de carenciales, van
a visitarla y salen pletóricos de felicidad.
Por toda Roma,
corre un inmenso e imparable rumor, que se transmite de boca a boca,
la explosión de la caridad de Jesucristo patente en las obras de
Petronila.
Pero hay más. Por todo lo relatado, no es extraño
el enamoramiento del joven Flaco, que se acerca con gran séquito de
criados y esclavos, a solicitar el consentimiento para hacerla su
esposa. La reacción ahora de la virgen es de indecible sorpresa;
pero guarda las formas, agradece al noble joven enamorado, el honor
que le hace, y pide suave y dulcemente tres días para reflexionar,
al término de los cuales, debe Flaco enviarle sus doncellas y
criadas para que la acompañen.
Todo es llanto en Petronila.
Jesucristo llena su corazón; no quiere romper la unidad del amor;
sólo a Jesús quiere como Esposo. Pasa los tres días encerrada, en
compañía de Felícula, dada al ayuno, a continua oración,
penitencias y súplicas al Señor. El último día del retiro llega
el presbítero Nicodemus, le celebró la misa, le dio la Comunión, y
contempló cómo moría Petronila al pie del altar, consumida de
amor. Las criadas de Flaco que ya esperaban jubilosas, trocaron el
cortejo de nupcial en fúnebre, para llevarla a enterrar.
Esta
leyenda, redactada hacia el siglo VI, nos la transmiten las actas
legendarias de Nereo y Aquileo, y posiblemente se urdió, basándose
en el parecido fonético del nombre de Petronilla con el de Pedro, la
mención de una supuesta hija espiritual de Pedro (pero sin que diga
el nombre) en un apócrifo del siglo II, y la cercanía de la tumba
de Petronilla, con la de los santos Nereo y Aquileo.
Lo único
que realmente sabemos hoy de la santa, es lo que supone el elogio del
Martirologio: que el culto es verdaderamente antiguo, ya que su tumba
estaba identificada y adornada, y deducimos que fue mártir, por un
fresco de mediados del siglo IV, encontrado en su tumba, en el que
figura vestida con la túnica de los mártires, con las letras
griegas «yr» junto a su nombre, que podrían ser el resabio de la
palabra «mártir».
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