4 de Junio de 2024
Beata María Crucificada Curcio
Virgen y
fundadora
(1877 - 1957)
«No
olvidéis a los pobres».
En
Santa Marinella, Italia, beata María Crucificada Curcio, virgen y
fundadora de la congregación, de las Carmelitas Misioneras, de Santa
Teresa del Niño Jesús.
Nació en Ispica (Sicilia, Italia) el
30 de enero de 1877. Era la séptima de diez hijos. Vivió su
infancia, en un ambiente familiar cultural y socialmente elevado.
Dotada de gran inteligencia, y un carácter alegre y decidido,
manifestó durante su adolescencia, una marcada tendencia a la
piedad, y a la solidaridad con los más necesitados y marginados.
En
su casa recibió una severa educación, con principios muy rígidos,
en razón de los cuales su padre, siguiendo las costumbres de la
época, no le permitió seguir estudiando, después de la escuela
primaria. Eso le costó mucho, pues sentía una gran sed de
conocimientos, que saciaba con los libros de la biblioteca familiar.
Así pudo leer el «Libro de la vida» de Santa Teresa de
Jesús, que ejerció un gran impacto en ella, impulsándola a conocer
y amar el Carmelo, y abriéndola al «estudio de las cosas
celestiales».
En 1890, a la edad de trece años, obtuvo,
aunque con dificultad, el permiso de inscribirse en la Tercera Orden
Carmelitana, recién constituida en Ispica. Visitaba con frecuencia,
el santuario de la Virgen del Carmen, y cultivaba una intensa
devoción a María, «que le había robado el corazón desde su
infancia», y le había encomendado la misión de «hacer que
volviera a florecer el Carmelo». Profundizando en la
espiritualidad carmelitana, comprendió el plan de Dios para
ella.
Queriendo compartir el ideal, de un Carmelo misionero,
que uniera la dimensión contemplativa con la apostólica, inició
una experiencia de vida común, con algunas compañeras terciarias,
en un apartamento de su casa paterna. Luego se trasladó a Modica,
para dirigir la casa «Carmela Polara» para la acogida y
asistencia, de muchachas huérfanas o necesitadas.
Después
de años de pruebas y tribulaciones, con el vano intento de que su
obra fuera reconocida oficialmente, por la autoridad eclesiástica
local, por fin encontró apoyo en el padre Lorenzo van den
Eerenbeemt, de la Orden Carmelita, de la antigua observancia.
El
17 de mayo de 1925, viajó a Roma para la canonización de Santa
Teresa del Niño Jesús. Al día siguiente, visitando la localidad de
Santa Marinella, cercana a la ciudad de Roma, quedó impresionada,
por la extrema pobreza, de la mayor parte de sus habitantes, y
comprendió que allí la quería Dios.
Con permiso del
obispo, se estableció definitivamente en Santa Marinella, y el 16 de
julio sucesivo, recibió el decreto de afiliación, de su pequeña
comunidad a la Orden Carmelitana.
En 1930, después de muchos
sufrimientos y cruces, su pequeña comunidad, fue erigida como
congregación de derecho diocesano, con el nombre de «Carmelitas
Misioneras de Santa Teresa del Niño Jesús».
Llevar
almas a Dios» era el objetivo que la impulsó a crear obras
educativas y asistenciales en Italia y en el extranjero. Pudo
realizar su anhelo misionero en 1947, enviando a las primeras cuatro
religiosas a Brasil, con un solo mandato: «No olvidéis a los
pobres».
Su oración, era un diálogo íntimo y continuo
con Jesús, con el Padre y con todos los santos, inspirado por una
confianza filial, y sentimientos de gratitud, de alabanza, de
adoración y de reparación, que trataba de transmitir, ante todo,
con el ejemplo de su vida, a sus hijas espirituales, y a cuantos se
acercaban a ella.
Cultivó una intensa unión de amor con
Cristo, en la Eucaristía, esforzándose por vivir un profundo
espíritu de reparación, que la llevaba a compartir los
sufrimientos, y las angustias de los hombres, especialmente «del
inmenso número de almas, que no conocen y no aman a Dios»,
tratando de ayudarles en sus necesidades con caridad, pues descubría
en ellos, el rostro de Cristo crucificado.
Exhortaba a sus
religiosas, a entregarse sin medida, al servicio de la juventud más
humillada y abandonada, para «separar en ella el oro del fango»,
a fin de restaurar en toda criatura, la dignidad y la imagen de hijo
de Dios.
Marcada toda su vida por una salud precaria, y por la
diabetes, que afrontaba con fortaleza, y sincera adhesión a la
voluntad de Dios, pasó sus últimos años enferma, orando y
entregándose a sus religiosas. El 4 de julio de 1957, murió
serenamente en Santa Marinella, y fue beatificada el 13 de noviembre
de 2005.
Fuente: Vaticano
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