2 De Julio de 2024
Beato Pedro de Luxemburgo
Obispo de
Metz
(1369 - 1387)
«Santo
Padre, yo voy a ser toda mi vida un siervo inútil, pero lo menos que
puedo hacer, es obedecer».
En
Villeneuve, cerca de Aviñón, en Francia, tránsito del beato Pedro
de Luxemburgo, obispo de Metz, siempre entregado a la penitencia y a
la oración.
Pedro era hijo de Guido de Luxemburgo, conde de
Ligny, y de Maquilda de Châtillon. Nació en 1369, y quedó huérfano
a los cuatro años. Como se distinguiese por su piedad e
inteligencia, a los diez años fue enviado a proseguir sus estudios
en París.
Por un abuso tan común en aquella época, fue
nombrado inmediatamente canónigo, de la catedral de Notre-Dame.
Entre 1380 y 1381, pasó varios meses en Calais, como rehén por su
hermano mayor, que había caído prisionero de los ingleses.
Pedro
procuraba progresar seriamente, en humildad y perfección. Eso era lo
que buscaba en todas sus acciones, y no las dignidades eclesiásticas.
Pero Clemente VII, el Pontífice de Aviñón, a quien Francia
consideraba como el verdadero papa, en el «gran cisma», le
nombró, en 1384 (¡a los 15 años!), obispo de Metz y, dos meses más
tarde, le elevó al cardenalato, pues el poder de la familia de
Pedro, hacía conveniente que se le tomase en consideración.
A
fin de poder tomar posesión de su sede, ocupada por los partidarios
de Urbano VI, Pedro tuvo que reunir, muy contra su voluntad, un
ejército. Pero toda su santidad, no era suficiente para suplir la
falta de las órdenes sagradas, ya que Pedro era sólo diácono, y
aunque estaba nombrado, no podía ser aun ordenado obispo; así pues,
se le dio por auxiliar a un fraile de Santo Domingo, y éste fue
consagrado obispo. Pedro emprendió, con dicho fraile, la visita de
su diócesis, y en todas partes corrigió los abusos, y dio muestras
de celo y de prudencia. Pero las vicisitudes políticas, le obligaron
pronto, a salir de Metz, y en el otoño de 1386, Clemente VII le
convocó a Aviñón.
Pedro continuó ahí su vida de
penitencia, hasta que el Pontífice le ordenó que se moderase, para
no acabar con su salud. El beato respondió sencillamente: «Santo
Padre, yo voy a ser toda mi vida un siervo inútil, pero lo menos que
puedo hacer, es obedecer».
A partir de entonces, se
dedicó a suplir la penitencia, con la limosna. Su liberalidad era
tan grande, que su bolsa estaba siempre vacía; su mesa era frugal,
su casa modesta, su mobiliario sencillo, y sus vestidos pobres.
Aunque parecía imposible distribuir más limosnas, el beato
encontró todavía, la manera de regalar a los pobres, los muebles de
su casa, y de vender su anillo episcopal. En la colegiata de Nuestra
Señora de Autun, hay un cuadro antiguo que representa al beato en
éxtasis, con las siguientes palabras, que él solía repetir:
«Desprecio del mundo. Desprecio de ti mismo. Alégrate de ser
despreciado, pero no desprecies a nadie».
A principios de
1387, como su salud se hallase muy resentida, Pedro tuvo que ir en
busca de mejor aire a Villenueve, en la otra ribera del Ródano. Ahí
murió el 2 de julio, en la cartuja en la que se había hospedado,
después de escribir una carta, a su querida hermana Juana.
Su
tumba, se convirtió pronto en un sitio de peregrinación, y en ella
tuvieron lugar varios milagros. El Papa Clemente VII, le beatificó
en 1527. El Beato Pedro tenía dieciocho años al morir.
En
Acta Sanctorum, julio, vol. I, se encontrará la mayor parte del
proceso de beatificación, que es la principal fuente de información.
Se trata de un documento de excepcional importancia, pues se
conservan muy pocas colecciones medievales, de las deposiciones de
los testigos, en los procesos de canonización. Por extraño que
parezca, la mayoría de esas colecciones, se refieren a santos
jóvenes que pertenecían a familias reales, o de la alta nobleza.
Citaremos como ejemplos a Pedro de Luxemburgo, a San Luis de Anjou,
(quien fue consagrado obispo de Toulouse, y murió a los veintitrés
años de edad), y a Santa Margarita de Hungría, que murió antes de
cumplir los veintinueve años. La obra de H. Frangois, Vie du B.
Pierre de Luxembourg (1927), es una corta biografía, basada en el
proceso de beatificación.
Fuente: «Vidas de los
santos de A. Butler», Herbert Thurston, SI
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